El dios del Islam no es el dios de los cristianos, que vive una relación de amor con su criatura y se preocupa por su redención. En el Islam la relación es de miedo. El dios inmenso no siente nada por sus fieles. No se puede decir nada de dios ni representarle. El hombre adora, obedece y aplica sus mandamientos. Es una relación de sometimiento. Es el principio de la sumisión que exige el Islam. El Corán es un código de circulación sobre cómo debe vivir el buen musulmán. No hay espiritualidad alguna.
Y el final:
Sansal, que sigue viviendo en Argelia, se despide con el reproche a Occidente de un cierto síndrome de Estocolmo frente al islamismo. «Hay un macartismo en marcha. Nos sentimos ofendidos por todo. Es como una vuelta de la religión, sólo que esta vez sostenida por los progresistas. Todo es blasfemia, pecado, ofensa. ¿Por qué no tengo yo derecho a criticar el islam? ¿Por qué no tengo derecho a ser islamófobo».
Buen artículo.
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