¿Se puede ser coherente en política internacioanl entre lo que se dice y se hace? Sí, se puede. Pero, claro, hay un precio. Siempre la coherencia tiene un precio. Eso lo sabe de sobra el primer ministro de Canadá, el libertal Justin Trudeau, que osó
criticar al régimen saudí. Y, claro, está pagando el precio. Un precio que, por supuesto, el defensor de los derechos humanos Pedro Sánchez no quiere pagar. Ni tampoco los trabajadores que van a fabricar los barcos de guerra para Arabía Saudí; la mayoría de los cuales estoy seguro que serán tan defensores de los derechos humanos como Pedro Sánchez; y nunca mejor dicho.
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