No seré yo quien defienda a Plácido Domingo (
uno y
dos). Tampoco quien le ataque. Como en otros casos semejantes, me temo que, salvo honrosas excepciones, es una guerra entre malos y malos. Ellos abusaban de su posición para acostarse con ellas. Ellas se aprovechaban de acostarse con ellos para subir. Ahora que cada cada palo aguante su vela. Y si Plácido Domingo tiene que arder en la hoguera del
#metoo, que arda. Hay decisiones y consecuencias. También para estos vulgares humanos (muy vulgares, por los detalles que vamos sabiendo) que se creían
dioses.
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