No me caía mal Susana Díaz, la verdad. Sí, procedía de un partido corrupto hasta las narices, el PSOE de Andalucía, corrupción de la que era casi imposible que ella no supiera nada. Pero en aquel enfrentamiento a cara de perro con Sánchez por el liderazgo del PSOE nacional demostró tener una cierta idea de España, que es mucho más de lo que podía (y puede) ofrecer el exbaloncestista.
Y en este igualmente enfrentamiento a cara de perro, también con Sánchez, a través de persona interpuesta (el tal Juan Espadas), ha demostrado además tener agallas de verdad. Dicen que le ofrecieron ser ministra, senadora y tal vez más cosas para comprar su retirada, pero ella lo rechazó todo y decidió dar la batalla. Y la perdió. Porque parece que muchos son los militantes socialistas que son más sanchistas que el mismo Sánchez; forofismo puro y duro, vamos.
Y ahora llega la hora de las buenas palabras y de los cuchillos largos. Para usarlos contra todos los que la han apoyado, pero muy especialmente contra ella. Porque Pedro Sánchez no perdona. Jamás. Adiós, Susana.
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