viernes, 23 de diciembre de 2022
En mis tiempos también había pandillas, hasta yo pertenecí a una
Nunca tuvimos nombre para la pandilla. Éramos los chicos de un barrio del pueblo. El barrio de al lado tenía la suya. Y de vez en cuando quedábamos para hacer lo que llamábamos una guerra. Nos tirábamos piedras, a una distancia razonable, que impedía el cuerpo a cuerpo y las descalabraduras (aunque con el tiempo nos modernizamos y nos hicimos unos escudos protectores, por si acaso). De todos modos tengo que reconocer que una vez varios de mi pandilla, entre los que se encontraba este que escribe, aprovechando que la guerra era nocturna, cruzamos las líneas enemigas y regresamos a territorio propio con un prisionero. Por supuesto no le hicimos ningún mal, más allá de la humillación personal de haber permitido que le secuestráramos y, lo que era más importante para nosotros, que la humillación también fue colectiva para nuestros enemigos por no saber organizarse para que la detención y el traslado no hubieran sido posibles. Por cierto, que en la escuela todos éramos amigos y en los recreos jugábamos juntos al fútbol. Y no llevábamos tatuajes, ni capuchas (salvo cuando llovía). Eran otros tiempos.
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