Vengo leyendo columnistas de los espacios de derecha y liberal (no son lo mismo, pero ese es otro tema) que casi unánimemente denuncian que con la negociación de la investidura de Pedro Sánchez con golpistas catalanes y terroristas vascos estamos ante el final de España tal y como la conocemos. Es lo que parece, evidentemente, porque tanto unos como otros lo que demandan es la posibilidad de salirse de España. Pero no va a ser tan fácil.
España, más o menos como la conocemos hoy en día, parte del matrimonio entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón el 19 de octubre de 1469. Unos años después, el 2 de enero de 1492, se completaría con la toma de Granada, que añadiría el sur a lo ya poseído. Después, el 25 de julio de 1496, se añadirían las Islas Canarias. Y algunos más, el 17 de diciembre de 1512, con la conquista de Navarra. Estamos hablando de, dependiendo del hecho histórico que se tome como referencia, 554, 531, 527 o 511 años. Más de medio siglo en cualquier caso. En el cual España ha sufrido de todo. Solamente en un siglo la nación padeció cuatro guerras civiles, que se dice pronto, las tres guerras carlistas y la guerra civil de 1936. A lo que hay que añadir la España satélite de Francia bajo el control de Napoleón en 1808, que daría lugar a la guerra de la independencia entre 1808 y 1813, año en que los franceses fueron totalmente expulsados de España.
¿Y ahora, más de 500 años después, España va a desaparecer? Me cuesta mucho creer que cinco tahures de medio pelo en torno a una mesa camilla (Sánchez, Puigdemont, Junqueras, Otegi y Ortuzar) van a acabar con más de cinco siglos de historia. España, con sus luces y sus sombras, ha soportado cosas infinitamente peores que lo que está viviendo ahora. Y aquí sigue.
Hubo indultos y supresión de delitos. Probablemente habrá amnistía. Pero no creo que puedan ir más allá. Hay una Constitución. Hay un PP fuerte en los gobiernos autonómicos y en el Senado. Hay unas Fuerzas Armadas (léanse el artículo 8 de la Constitución, que tanto escuece a los nacionalistas). Hay también una sociedad civil que, aunque ahora débil sin duda, se echará a la calle si intuye el peligro de que España desaparezca.
No, repito, me niego a creer que cinco politicuchos de tres al cuarto vayan a acabar con España. Y no se trata de confundir deseos con realidades. Las naciones, incluso los imperios, pueden desaparecer y no pasa nada. Ya ha sucedido en infinidad de ocasiones a lo largo de la historia de la humanidad. Pero creo que para que España desaparezca se necesitará mucho más que estos cinco políticos de pacotilla (cuatro de ellos ni saben hablar correctamente, el otro tuvo de copiar una tesis) que están en sus puestos de una forma meramente circunstancial.
España como la conocemos podría desaparecer. Pero, por ejemplo, víctima de una guerra con Marruecos que fuera aprovechada por Cataluña y País Vasco para atacar y hacer una pinza. Ahora bien, la valentía de independentistas catalanes y vascos ya quedó clara en el pasado. Muchas palabras y ningún hecho. Nada más.
España en sus más de cinco siglos de historia ha soportado envites muchísimos más peligrosos que los de unos tales Sánchez, Puigdemont, Junqueras, Otegi y Ortuzar. No les va a ser tan fácil.
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