Recuerdo un cuentecillo que me contó no me acuerdo quién, de los fallos que tiene la democracia. Supongamos que en un pequeño pueblo de diez habitantes nueve son pobres y uno es rico. El rico les ofrece trabajo a los pobres, pero ellos caen en la cuenta de que si aceptan el ofrecimiento el rico se hará más rico, mientras que ellos lo único que conseguirán será dinero para subsistir. Por eso uno propone que el rico sea el que los mantenga a todos sin trabajar. La propuesta se lleva a votación y, ¿adivinan el resultado? Efectivamente. Gana por nueve a uno. Democráticamente los vecinos del pueblo deciden que el rico debe mantenelos a todos.
En España la gente vive bien. Sobre todo vive bien la gente que forma parte de la mitad que vive a costa de la otra mitad.
Y es que lo del cuento es básicamente lo que está pasando en España. Con la diferencia de que el proceso es el inverso. Los gobernantes izquierdistas de los últimos cinco años se han dedicado a regalar a mucha gente todo tipo de subvenciones, hasta el punto de que muchas personas se pueden permitir el lujo de vivir de las mismas sin trabajar o trabajando poco. Y la táctica les ha salido bien. La prueba es que ganaron las elecciones, porque esa gente votó por sus intereses personales.
La realidad, desde un análisis liberal (hecho por un trabajador de clase media por cuenta ajena, dicho sea de paso), es que esas personas pusieron la democracia ("participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones") por delante de la justicia ("principio moral que lleva a determinar que todos deben vivir honestamente"). Han decidido mayoritariamente (es decir, mediante democracia) que quieren vivir a costa de los demás (lo cual es injusto).
La democracia debe tener un límite, la justicia. La mayoría no puede votar algo que es injusto para la minoría. Pero no en España. Así son las cosas.
Por cierto, que el cuentecito terminó con el resultado de la votación del pueblo. Pero no es difícil ver que la consecuencia de esa decisión es que el rico vendió sus propiedades y se marchó del pueblo con su dinero, quedándose sus habitantes igual de pobres y sin la posibilidad de trabajar para el rico. Es lo que pasará (ya está pasando) en España, que los ricos que pueden se están marchando con su riqueza a otros países donde los impuestos son menos confiscatorios. Y esa huida de capital tiene consecuencias, tal vez no en el corto plazo, pero si en el largo, porque el dinero que se va no regresa. Y lo anterior hace más pobre a un país. Y a sus habitantes. Algún día pagaréis matar la gallina de los huevos de oro. Al tiempo.
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