Ignacio Echeverría podría estar vivo, como lo están, por ejemplo, los dos amigos que le acompañaban. Pero en tiempos en los que, también por ejemplo, algunas publicaciones optan por ceder al chantaje terrorista islámico, determinadas opciones políticas deciden entender las motivaciones de los asesinos y mucha gente no quiere saber nada de lo que pasa con ese terrorismo (mucho menos hablar en su contra, ya ni mencionemos actuar), este hombre relativamente joven de 39 años decidió, en vez de huir y salvar su vida, enfrentarse él solo, armado únicamente con su monopatín, a tres terroristas que acababan de asesinas a una mujer. Su valentía le costó la vida.
Si la sociedad europea en general y la española muy en particular decidiera enfrentarse así al terrorismo islámico, llamando a las cosas por su nombre y actuando en consecuencia, con la misma valentía y determinación que mostró Ignacio Echeverría, dicho terrorismo tendría los días contados. Pero la realidad es la contraria. Aún recuerdo que una vez, en una película (lo que no recuerdo es cual), escuché algo así como "después de una guerra los cobardes, que son los vivos, son los que rinden homenaje a los valientes, que son los muertos". No creo que siempre sea así. Pero al presente caso sí que cabe aplicarle el dicho. ¡A cuánto cobarde he escuchado en estos días alabando a este valiente!
Hemos perdido el honor y la verguenza torera.
ResponderEliminarY a este paso perderemos también la guerra.
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