Todo lo que sea transparencia a mí me parece perfecto, como he defendido desde siempre en este blog. Por eso el hecho de que Sánchez da otro paso en la Ley de Memoria Histórica: abrirá los archivos de la Guerra Civil y la Transición me parece, repito, perfecto. Sabremos muchas cosas de la República, de la Guerra Civil, de la dictadura y de la Transición.
Con un solo pero. Gigántesco, mayúsculo, descomunal. Este:
La propuesta, que consta en la reforma de la Memoria Histórica que el PSOE presentará al Congreso -y que prosperará sin aparentes dificultades-, recoge poner a disposición de investigadores, y el público en general, los documentos desde el 14 de abril de 1931 -proclamación de la República- y el 31 de diciembre de 1982, justo hasta el inicio del primer mandato de Felipe González (investido presidente el 2 de diciembre de ese año).
Las negritas, por supuesto, son mías. Para marcar que nos van a seguir ocultando lo que sucedió bajo los gobiernos de Felipe González. Siendo la principal cuestión nada más y nada menos que la guerra sucia contra ETA de los GAL, que, recordemos, nos cuenta la Wikipedia que estuvieron activos entre 1983 y 1987, durante los primeros años de los gobiernos de Felipe González.
Esa fecha que propone Pedro Sánchez para el cierre de la publicación de los archivos secretos (repito, 31 de diciembre de 1982) simplemente hiede, apesta.
Espero que salga adelante la propuesta del PNV de que se revelen todos los asuntos secretos después de pasados 25 años. Eso nos colocaría en 1995, prácticamente al final del periodo de gobierno de Felipe González (entregó la Presidencia a Aznar en 1996). Pero lo dudo. La famiglia es la famiglia.
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