martes, 12 de noviembre de 2019
Y Rivera se fue
Sobre estas líneas está la comparecencia de Albert Rivera anunciando que dejaba de ser presidente de Ciudadanos, que no iba a tomar su acta de diputado en el Congreso y que abandonaba la política. Sus palabras, que pude escuchar en directo, me dejaron un regusto amargo. Y ello a pesar de la dureza con la que le he tradado desde este blog. O tal vez precisamente por ello.
No puedo olvidar que Ciudadanos es el partido al que he apoyado desde este blog desde el año 2015 hasta las últimas elecciones, en las que se lo retiré para dárselo, sin ninguna ilusión, al PP. La causa fue el mismo Rivera.
La debacle electoral de Ciudadanos hacía necesaría la salida de Albert Rivera. No había opción. Pero no me ha hecho feliz verle dimitir. He recordado unas palabras de mi hija que le dijo a otro surpevisor cuando este último la hizo saber que quería despedir a un trabajador que le tenía cansado: "a veces hay que despedir a gente, pero a mí nunca me hace feliz hacerlo, así que no me vengas con esas historias".
Ese fue mi sentimiento al ver la salidad de Rivera. Era obligada. Pero no me hizo para nada feliz.
No creo que sea capaz de sentir la misma desazón ante la salida de, por ejemplo, cuando les toque, Pablo Iglesias o Pedro Sánchez. La diferencia es que estos dos sujetos no creen en prácticamente nada de lo que dicen, mientras que tengo la impresión de que Albert Rivera si creía en lo que decía. Evidentemente como todo político en determinadas ocasiones fingía o mentía. Pero creo que creía en las líneas maestras de sus ideas y del proyecto de Ciudadanos. A diferencia de los mentados Iglesias y Sánchez, que no creen ni en sus ideas ni en sus partidos, sino que ambos son para ellos únicamente un medio para conseguir un fin, el poder por el poder. No creo, repito, que ese era el caso de Albert Rivera.
Fue duro ver salir a alguien que hace poco pudo incluso ganar unas elecciones y tal vez llegar a ser Presidente de Gobierno. Y que erró en la estrategia y después no supo asumir ese error, lo cual le ha llevado finalmente al desastre electoral y a su dimisión.
Una dimisión, dicho sea de paso, que le honra, porque pudo intentar atornillarse al puesto (como está haciendo, por ejemplo, Pablo Iglesias). Pero no lo hizo, sino que limpiamente asumió todas las responsabilidades. Un ejemplo a seguir en España, un país donde la inmensa mayoría de los políticos, por muchos estudios que tengan, ignoran el significado de la palabra dimitir.
Le deseo lo mejor a Albert Rivera en su nueva vida, tanto a nivel personal como familiar. Sé que es un tipo inteligente y que será sin duda un buen abogado. Porque, como bien dijo él en su comparecencia, hay vida después de la política.
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