El Golpe de los Coroneles se la llamó a la intentona golpista y fuertemente violenta que estaba planeada para llevarse a cabo en España el día 27 de octubre de 1982, víspera de aquellas elecciones generales en que el PSOE de Felipe González arrasó con más 200 diputados. De no haberse abortado ese golpe de Estado hubiera dejado en un juego de niños la intentona golpista del 23-F (la foto que ilustra este texto es de los carros de combate en las calles de Valencia ese día). Cuando hice las cuentas se me pusieron los pelos de punta, porque en esa época yo estaba haciendo la mili y precisamente ese día yo estaba de guardia en uno de los cuarteles que circundan Madrid, exactamente al lado de una de las principales vías de acceso, así que probablemente me hubiera afectado de lleno.
Traigo esto a colación porque desde hace años ya no se habla de la posibilidad de un golpe de Estado en España. Y eso es bueno, muy bueno, porque son los civiles, democráticamente elegidos por el pueblo, los que deben ajercer el Gobierno de cualquier país.
Pero en las actuales circunstancias que vive España, que puede empeorar en un futuro cercano, no cabe descartar un nuevo intento de golpe de Estado. Me puedo imaginar perfectamente las conversaciones que se tienen que estar manteniendo en las salas de suboficiales y de oficiales y entre el generalato. Y no creo que sean precisamente de apoyo a las decisiones de los actuales gobernantes.
Aclaro que nunca apoyaré un golpe de Estado. Pero, como espectador de la política española y algo conocedor del mundo militar, no lo descarto. Si malo sería que hubiera algún tipo de mensajes desde el estamento militar, peor puede ser el silencio que estamos viviendo. Evidentemente si a mí me ha venido esta idea al CNI lo debe estar pensando desde hace mucho tiempo. Y poniendo sus medios para informarse. Pero eso también lo saben los suboficiales, oficiales y generales. Que también conocen como se desbarató el mentado Golpe de los Coroneles en 1982.
España vive tiempos convulsos. Que pueden empeorar mucho más aún. Bien harían los que están en puestos de responsabilidad nacional en no tensar tanto la cuerda que la misma llegue al final a romperse. Las consecuencias pueden ser entonces dramática. O trágicas.
Repito, no es lo que deseo. Pero es lo que temo que puede llegar a ocurrir. Ojalá que no.
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