En el paso de la infancia
a la juventud, leyendo, como siempre, todo lo
que caía en mis manos, me encontré por casualidad con un libro
de J. J. Benítez, creo
que Ovnis: S.O.S. a la humanidad, que me llamó poderosamente la atención. Poco a poco fui profundizando en ese mundillo, siempre a nivel de lector.
Y me fijé en que uno de los conceptos que más se despreciaban era el de O.V.N.I. (Objeto Volador No Identificado), prefiriendo los más entendidos en el asunto el de V.E.D. (Vehículo Extraterrestre Dirigido).
Al final supe con que había una línea, mayoritaria, que creía que los humanos podíamos comunicarlos con los seres de otros países desde determinados sitios (creo recordar que uno de los más importantes estaba en Canarias) a través de nuestras mentes.
Cuando fui entrando en la juventud empecé a aplicar a todo el más básico sentido común. Lo de comunicarnos con extraterrestres por medio de pensamientos evidentemente no podía ser otra cosa que un autoengaño. Y si los VEDs estaban en el cielo de nuestra planeta ya se habrían comunicado con nosotros de forma clara y visible. Y me olvidé de mi aficción por el tema.
Hace poco leí sobre Ovnis: las inusuales imágenes y videos de "fenómenos aéreos inexplicables" que se mostraron en el Congreso de EE.UU. Y me acordé de que las distancias en el espacio son tan enormes que hacen imposible que nosotros podamos descubrir vida inteligente. Y que, de haberla, esos seres nos pudieran visitar.
Así que sí, hay OVNIs, o sea, objetos en el cielo cuya procedencia nos es desconocida, hasta para los congresistas estadounidenses, y que pueden deberse a multitud de factores. Pero no existen los VEDs, los vehículos dirigidos por seres extraterrestres.
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