No, el título de este texto no es un error. Lo que pasa es que ayer mi hijo, mi hija y yo fuimos al culto especial de resurrección en la iglesia angloamericana a la que asiste mi hijo (mi esposa había planeado ir también, pero en el último momento se sintió ligeramente indispuesta). No era posible hacerlo hoy, Domingo de Resurrección, porque tanto mi hija como yo tenemos compromisos.
Es la segunda vez en mi vida en la que he ido a un culto de Domingo de Resurrección en Sábado Santo, tras la del pasado año. Así que repito la descripción del culto: una iglesia amigable, sencilla (aunque grande, pero sin ser mega), donde impera el sentido de la libertad y la comodidad, y en la que el mensaje del pastor es sencillo y entrañable.
Después nos fuimos a un bufet libre de pizza y pasta, donde por un módico precio pudimos arreglar entre los tres todos los problemas de España y Estados Unidos mientras comimos hasta casi hacer quebrar el negocio (casi, porque queremos regresar de nuevo).
Una forma sencilla y familiar de celebrar que Jesús murió y, sobre todo en este día, que resucitó para recibir y salvar a todo aquel que sinceramente se acerque a Él.
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