Desde Vitoria-Gasteiz, en el camino a Bernedo los árboles y lo verde te rodean, la naturaleza invita a la contemplación. Es un lugar de esos donde el silencio es atronador. Aquí, a escasos 40 kilómetros de la capital del País Vasco, se ha abierto una caja de los truenos que ha escandalizado a esta comunidad autónoma. Un campamento de verano, supuestamente inocente, para profundizar en el euskera, se ha convertido en el epicentro de una investigación policial. Y judicial. Por atentar contra la libertad sexual de los menores. Viajamos a la 'Y vasca (y navarra)' de estos campamentos «transgeneristas» abertzales. Para saber qué pasó.
En Bernedo, el pueblo tiene la mayoría de las ventanas cerradas. Hay dos corrientes. Los que están indignados y los que defienden a los monitores. Esa partición hay que entenderla porque, como en todo ya, se ha tomado como un ataque a un punto de vista político. Así, vamos a comenzar por las cartas de una menor. Misivas que llegaron a su destino después de que el campamento acabara. Ella, la llamaremos Maialen para protegerla, las envió desde dentro. Este reportaje se construye dándole voz a los valientes que se atrevieron a denunciar lo que sucedía. A pesar de las repercusiones.
HIJA Y MADRE CORAJE
Maialen llegó desde un punto de la provincia de Guipúzcoa. Su estadía iba a durar desde el 8 al 23 de agosto de 2025. Apenas llegó, se escandalizó. Como no les dejaban comunicarse con su familia, escribe en papel relatando su desconcierto. Fecha: 10 de agosto. «En un espejo... hay dibujada una mujer abierta de piernas y pone on egin (buen provecho)», narra con boli azul. Esta carta llegaría a destino después de que ella se reuniera con su madre, a quien nombraremos Laia. Su progenitora pasó de la indignación a la furia. En otras ocasiones, todo se había mantenido en secreto. Pero esta vez no sería así. Laia, como describen los que la conocen, «es una fuerza de la naturaleza».
Fue buscando a quien la escuchara. Además, estaban las cartas como pruebas. «Por la cocina andan en tetas». «Las duchas son mixtas... porque como igual hay gente trans para que no se sientan categorizados... yo me quejé porque es traumático», escribe en otro folio su hija. Maialen no calló.
Laia decide que esto no debe pasarle a nadie más. Su búsqueda de que se sepa la verdad llegó a Zuriñe Ojeda, vicepresidenta de Feministas al Congreso y una de las editoras de El Común, un medio pequeño pero con «coraje», como dice en su firma. Fue la primera en publicar la noticia. Tituló su texto: «La pesadilla de un campamento de verano».
Era la voz de Laia. Sumó más barbaridades. «Una niña sufrió acoso sexual por parte de otro niño y nadie hizo absolutamente nada, salvo obligarla a ducharse desnuda con él». Acusa a los encargados de negligentes. «Han dejado desatendidos problemas médicos y les han tenido aislados de sus padres». Publicó su artículo el 5 de septiembre. Era sólo la punta del iceberg.
A ella la encontramos en su casa, en la otra punta del País Vasco. Otro lugar idílico, otro lugar de la España despoblada que es para quedarse para siempre. Después de la publicación, su web colapsó. «Nosotros tenemos una media de 1.000 lectores por cada publicación. Superamos los 35.000». Los pantallazos dieron lugar a capturas de pantalla. De éstas a WhatsApp y a historias de Instagram. El efecto multiplicador hizo que llegara a más víctimas. A más gente que estaba ya luchando, a la vez, porque se supiera la verdad.
LA TRABAJADORA QUE LUCHÓ POR LA VERDAD
Una fundamental es Ane, una trabajadora social de Guipúzcoa, quien lleva desde 2022 avisando a sus superiores. Desde las entrañas de los servicios sociales cuenta lo que ha pasado. «No hicieron nada porque pone Euskal delante... Son campamentos que mezclan lo kale borroka y lo woke con las ideas transgénero», asegura sin inmutarse. Llevaba más de una década allí y puede contar su desesperación por la inacción de los que mandan.
Ane hace especial hincapié en ese nexo entre la izquierda abertzale y la corriente queer. A eso se une esa convivencia contranatura entre los nacionalismos de PNV y Bildu. Se les ha dado el control a los segundos de las políticas juveniles. Los conservadores han preferido el poder clásico, los otros el del futuro. Y, en medio, las políticas para los jóvenes han caído en manos de los cachorros de Otegi. Esta semana misma, ambos partidos se han unido para el blindaje del euskera ante la justicia. ¿Qué nexo hay entre los campamentos de verano y este tema? Estos campamentos denominados Euskal Udalekuak son específicamente en este idioma y por su defensa. Es parte de la ecuación. «No hicieron nada porque pone Euskal delante...».
¿Cómo se enteró Ane? Era el año 2022... «Yo soy educadora social y he estado trabajando un montón de años en Guipúzcoa. Siempre he trabajado en centros de menores. Son niños de hasta 15 años, pero generalmente más pequeños. Era la referente de una de niña bajo la tutela de la Diputación que fue al campamento. Después del verano, le pregunté un simple... ¿qué tal allí? Con lo que me contó se me salieron los ojos de las órbitas».
«Para poder merendar teníamos que participar en un juego en el que le chupábamos el dedo del pie al monitor», le cuenta a Ane. Ella se siente sorprendida porque con la menor debían tener mucho cuidado porque había estado expuesta justamente a temas sexuales. Había que protegerla. Ane decidió contárselo a sus superiores. Fue hace ya tres años. También le contó de monitores desnudos, lo que años después relataría Maialen.
«Esto lo llevo a la reunión de equipo, donde está el responsable, y les comunico. Porque, sea verdad o mentira, se tiene que investigar por la gravedad de lo que contaba». No causa sorpresa. Otras colegas suyas participan porque sus hijos también habían ido y añaden detalles. «Estaban en pelotas. Incluso cocinando... No quería comer». Otra de las educadoras dice: «Sí, mi hijo también ha estado y pues lo ha visto también, así es». Ane se pone fuerte y le exige a los responsables que informen más arriba. Sin éxito.
Meses más tarde, en un campamento posterior, otro chaval a cargo del gobierno de Guipúzcoa acude. Contó también de las duchas mixtas, de cómo les forzaban a desvestirse. «Hubo un chaval que no se quería bajar los gayumbos y le obligaban», le contó el chiquillo a su educadora.
«Voy a la reunión de otro proyecto de la diputación, donde meten mucho dinero y donde la propia diputación está en las reuniones. Esto es ya 2024. Básicamente me callan la boca», dice frustrada Ane.
—Alguna frase que se le quedara marcada.
—«Es un campamento nudista, se lo pasa bien», dijo uno de los responsables entre burlas. No me volvieron a preguntar ni nada. En casos así, a los educadores sociales, por una milésima parte de eso, nos abren un expediente por el que dejamos de trabajar con menores inmediatamente... Estaba el director del proyecto y el grupo técnico, donde son todos psicólogos, e incluso la técnica de la Diputación.
Para ella además era gravísimo porque este menor corría el riesgo de recaer en un problema de drogas. «Olía a marihuana que no veas», le narró el muchacho tutelado.
—¿Por qué no actuaron en su momento?
—Como pone 'Euskal' delante, no se hizo nada. Pero claro, es que estamos hablando de adultos que tienen que cuidarte y se desnudan delante de ellos y les obligan a hacer cosas que no quieren.
—Además les hacen perder el principio de autoridad...
—Que no es cualquier cosa. Luego el tema de quemar la bandera de España, de jugar a faltarle el respeto a los policías... Les adoctrinaban en cosas muy muy graves. Además hay que tener en cuenta que dentro había niños problemáticos, que tienen que aprender a respetar a la autoridad, que tienen que aprender a controlarse, que han tenido problemas sexuales... Y una monitora estaba haciéndole twerking a un chaval en pelotas en medio de un aquelarre.
Con toda esta información, tuvo una visita a comisaría en Zarautz para hablar del mal comportamiento de su tutelado. Aprovechó para contar lo que sucedía en el campamento. Sus citas con las autoridades guipuzcoanas y la Ertzaintza fueron entre finales de 2024 y principios de este año. En el transcurso de las investigaciones de los agentes, se topó con Aritz, otro nombre cambiado por no poner en riesgo su puesto de trabajo. Aritz se tomó muy en serio el caso.
La investigación de la Ertzaintza
Nos encontramos con Aritz en una cafetería frente al mar Cantábrico. No quiere que desvelemos ni siquiera su género. «Estoy jugándome el puesto de trabajo», refiere. Su intención es que no permanezca en «un limbo». Se enorgullece de que se haya roto el silencio porque ellos no pararon. «Todo esto ya ha estallado. Y era lo que tenía que haber pasado antes». Sabe que hay intereses detrás, que no sólo tienen que ver con los responsables del campamento. «De estos políticos no nos fiamos», denuncia.
Viene con la documentación. Lee detalles de distintos testimonios que describen y coinciden con lo relatado antes: «Niños y niñas tenían que abrazar a monitoras en topless... Los monitores decían que los varones no debían existir... Bailaban desnudos y uno frotó su culo con las partes íntimas de un niño al no querer éste bailar con ellos... Les hacían chupar el dedo del pie a los pequeños para conseguir premios... En distintos juegos, los equipos iban a la caza de la bandera española para quemarla...». Así sucesivamente.
Aunque está fuera de su jurisdicción, añade dos lugares más donde se reproducían estas situaciones: Goñi y Abaigar, también a cargo de la misma organización. «Lo mismo se ha repetido, aseguran, en campamentos de Navarra. Allí también pasaba. Existen testimonios que lo avalan. Aún esperamos más denuncias».
Podemos contabilizar ya una docena de denuncias hasta el cierre de edición, «cinco al menos en nuestra jurisdicción, Guipúzcoa», pero espera que sean más. En espera están una veintena. Pero la cifra puede incrementarse exponencialmente... «526 niños asistieron a las colonias denunciadas por coacción sexual», desveló Josean Izarra, en EL MUNDO. Aritz aplaude el dato. Es sólo en verano de 2025. Van décadas actuando.
Pide a los padres valentía. Explica las razones para ir ante las autoridades. «Muchas familias no ponen denuncias por no hacerle pasar a los niños por otro trauma, pero no se dan cuenta que el día de mañana ellos pueden tener problemas psicológicos y si no lo han hecho no podrán reclamar tratamientos». Abre las puertas a ayudarles a mantener su anonimato. «Es necesario»
Tras llegar la denuncia a Zarautz, se traslada a la comisaría de Laguardia (Álava) por ser la más cercana. Juntos colaboran con la Unidad de Investigación Criminal y Policía Judicial de Vizcaya de la Ertzaintza, a cargo de este caso.
EL ESCÁNDALO Y LOS RESPONSABLES
Después del artículo de Zuriñe, se hicieron eco los grandes medios vascos. Y cada vez se iba más atrás. «En 2019 comunicamos a las instituciones lo que pasaba allí», tituló El Correo, con el caso de una niña de 10 años de Vizcaya. Ella se duchó con un monitor veinteañero. «Se sigue acordando perfectamente de la cara de este hombre. Se le ha quedado grabada», afirman sus padres.
Ya se sabe que las tres diputaciones vascas —Guipúzcoa, Álava y Vizcaya— tenían conocimiento de lo que pasaba. Se investigan las subvenciones que recibían los organizadores ya que los entre 250 y 350 euros que pagaban los padres, por una o dos semanas, no cubrían los costes.
Después de un largo silencio, los responsables de los campamentos han salido a defenderse. Hablan de «linchamiento». Padres, que dicen representar a otros 137, los respaldan. «Gracias por ofrecer momentos para reflexionar sobre las relaciones de poder y los privilegios.... Y gracias por dejar claro que el cuerpo de cada persona es un espacio político... No nos dejaremos confundir por discursos falsos, violentos y reaccionarios. Estamos con ustedes». Firman: Aitziber Esnaola Arribillaga y Ainhoa Agirreazaldegi Rekondo. También les apoyan el EHGAM (Euskal Herriko Gay-Les Askapen Mugimendua, Movimiento Vasco de Liberación Gay y Lésbianas) y dos colectivos supuestamente feministas ligados a la izquierda abertzale. «Esos no son feministas, son transgeneristas», recalca Zuriñe, que sabe de lo que habla. Es una voz autorizada del movimiento feminista más crítico con lo queer. «Nadie hace nada porque hay política y dinero público de por medio. Lleva años pasando y siempre se ha mirado para otro lado», añade Ojeda.
Viajamos a Goñi y Abaigar, otros dos pueblos de ensueño. El escándalo ha hecho que sus vecinos apenas quieran hablar. «Es un escándalo, que se investigue», dice un vecino antes de cerrar su puerta. Una mujer enfadada:«Es mentira todo». El escándalo político llega a Navarra. Aparecen más nombres propios, como el de Aner Peritz, en la dirección de la entidad que organiza el campamento. Hijo de un comentarista de pelota vasca y versolari fue traumatizado de niño en las duchas según su propio testimonio. Trabaja en Berria, el medio que más defiende a los monitores de Bernedo.
Escribió en una columna su declaración de intenciones: «No tengamos miedo de entrar en las escuelas, educar a sus hijos en el transfeminismo... ¿Qué pasará, entonces, con sus hijos de oro? ¿Los convertiremos en trans, entonces? (Sí)». Ese es el discurso tras los campamentos, de quien además reconoce públicamente sus traumas en «las duchas» y su deseo de «venganza». Tras más de 1.500 km recorridos en tres días, el viaje acaba. El balance: hubo valientes que denunciaron apenas pudieron. Y «un limbo» que debe acabar ya. Y esas voces que han hecho suyo las palabras finales de la carta de Maialen. «A mí no me van a silenciar. #Me voy a escapar».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Después de siete días de la publicación de un artículo todos los comentarios necesitan aprobación.