Ayer me lo temía, hoy tengo la confirmación. Pedro Sánchez quiere seguir siendo el Presidente guai del buen rollito. Lo más significativo del decreto es el cierre de todos los lugares recreativos, que sin duda debe bajar los contagios. Pero, en cuanto a las actividades que permiten a las personas circular por las vías públicas, son tan amplias que, conociendo la picaresca española, cualquiera que quiera salir de casa lo hará, acogiendose (sincera o falsamente) a uno de los supestos. Eso de confinamiento flexible en la práctica va a ser muy flexible y muy poco confinamiento.
Como ya hizo en la comparecencia del viernes, también ahora vuelve Pedro Sánchez a despejar el balón de un patadón hacia adelante, con la esperanza de que, ahora sí, le caiga a uno del equipo que lo pueda controlar. Habrá que ver en el día a día como se va desarrollando el plan. Y habrá que ver, si se ve que no es todo lo eficaz que debería ser, si Sánchez se atreve a reforzarlo.
A lo que hay que añadir que, en la crisis sanitaria más grave de la democracia española, el Gobierno está completamente dividido, cercano incluso al enfrentamiento personal.
Por no hablar de la ruptura de su cuarentena de Pablo Iglesias (por cierto, me pregunto si Sánchez va a entrar en cuarentena).
Resumiendo, evidentemente el cierre obligatorio de la inmensa mayoría de negocios y lugares de reunión debe aminorar los contagios. Pero en lo demás el mismo estilo de siempre de Pedro Sánchez de hacer muchos gestos de cara a la galería, pero con pocos efectos prácticos.
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