Hace tiempo Pedro Sánchez se estrelló contra un muro llamado Israel y Benjamin Netanyahu, porque se creyó que estaba lidiando con Feijóo en el Congreso de los Diputados. Después de que la tensión subiera hasta estar cercana la ruptura de relaciones, las cosas se han medio reconducido, pero las consecuencias durarán años. Por lo menos todo el tiempo que Sánchez ocupe La Moncloa. Por lo menos.
Pero después de eso Pedro Sánchez, en su comparecencia final en el Parlamento Europeo como Presidente de turno del Consejo de la Unión Europea, parece que pensó que estaba nuevamente en el Congreso de los Diputados debatiendo con Feijóo y se dedicó a insultar al líder del Partido Popular Europeo, el alemán Manfred Weber, a quien se atrevió a mencionar el nazismo.
Cada vez está más claro que Pedro Sánchez, en su infinito narcisismo, está perdiendo los papeles. España se ha convertido en un lodazal político y Feijóo no pasa de ser un blandito socialdemócrata. Pero no todos los sitios son iguales ni todas las personas equivalentes. Por muchos defectos que tenga la Unión Europea (que los tiene, y bastantes), no es España. Y claramente Weber no es Feijóo. Y, sobre todo, esa prepotencia de Sánchez le va a costar a España un precio altísimo.
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