Cuando leí lo del plan de choque me vinieron a la mente las líneas generales de este texto, pero decidí esperar, porque, ingenuo que es uno, le otorgué el beneficio de la duda y pensé que tal vez Sánchez se atrevería a tomar el toro del coronavirus por los cuernos y a enfrentar la dura realidad, aunque tenga cara de perro.
Pero no. Se ha limitado a medidas económicas, que estarán muy bien, pero que sin duda van a resultar completamente insuficientes para parar el contagio de la enfermedad.
España padece el peor Presidente de la reciente democracia con diferencia. Hasta Zapatero se atrevió, en una crisis infinitamente menor que la presente, a declarar el estado de alarma cuando se produjo la crisis de los controladores aereos. Algo que sin duda es lo que corresponde hacer ahora, porque para eso fue creado por la Constitución y desarrollado por una Ley Orgánica.
Hace la friolera de casi cinco años escribí un texto, titulado Vamos a añorar a Zapatero, que con total seguridad tiene hoy infinitamente más actualidad que cuando lo publiqué.
Por cierto, que cuando escuché en la radio las redudantes y grandilocuentes palabras de Sánchez de "el Gobierno hará lo que sea, cuando sea y donde sea" ya me temí lo peor. Palabras, palabras y más palabras, pero ningún hecho.
Bueno, ningún hecho no. Hay uno. Anular el Legislativo a través del cierre del Parlamento, para no tener que rendir explicaciones. Primero fue la suspensión por una semana, con la excusa de que los diputados de Vox no participarían (como si eso les importara algo). Y ahora nos cuenta el órgano de propaganda del régimen que El Congreso y el Senado suspenden casi toda su actividad durante los próximos 15 días y que La política española entra en estado de excepción por la crisis del coronavirus. En este último artículo podemos leer que Sánchez ha dicho que “el Gobierno no se para” (paralizado está, pero bueno); el Gobierno tal vez no, pero el Parlamento sí.
Porque alternativas hay, como por ejemplo convocar la Diputación Permanente del Congreso y hacerlo en el salón de plenos, para que sus miembros esten suficientemente alejados unos de otros.
Por ello no puedo estar más de acuerdo con Cayetana Alvarez de Toledo cuando dijo que “La democracia no se pone nunca en cuarentena y el Parlamento no se cierra ni en una guerra”.
Pero, claro, no es esa la opinión de Pedro Sánchez, quien la única medida real de su 'plan de choque' ha sido cerrar el Parlamento. O el coronavirus acaba (políticamente) con Pedro Sánchez o Pedro Sánchez acaba (literalmente) con la democracia.
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