El texto (recomiendo
leerlo entero con calma; vale la pena, de verdad) que enlacé hace unos
días me puso los pelos de punta. Particularmente este párrafo:
Para bloquear la pubertad se utiliza la leuprolida (Lupron). Este medicamento se utilizaba para la terapia hormonal del cáncer de próstata, el de mama o la endometriosis, entre otros usos. Sus efectos secundarios son, entre otros: sangrado vaginal, osteoporosis, diabetes, hipertensión, migrañas, obesidad, acné, insomnio, atrofia del útero (que suele acabar en histerectomía), atrofia genital (que en niñas significa problemas para miccionar y para mantener relaciones sexuales y en niños significa quedarse con un micropene para el resto de la vida), depresión, confusión e ideas suicidas (pues actúa directamente sobre el hipotálamo), etc.
Párrafo que pone aún más los pelos de punta si le añadimos este otro:
Cuando un menor firma el consentimiento para iniciar ese tratamiento, firma también que nunca podrá demandar a la clínica o al fabricante del medicamento en caso de que haya efectos secundarios adversos. Y esto pese a que, según Carmen López Suárez, doctora en Educación y pedagogía, "hasta bien pasada la veintena, un adolescente carece de la suficiente capacidad cognitiva para tomar decisiones relevantes e irreversibles. Porque su corteza prefrontal es inmadura y está en proceso de construcción".
Una brutalidad, vamos. Un chico o una chica en la etapa adolescente tomando muy cuestionables decisiones, totalmente irreversibles para el resto de su casi iniciada vida.
Yo personalmente estoy a favor de que cada cual haga con su vida lo que le venga en gana, mientras que no afecte a las vidas de los demás. Si quieren mutilarse, que se mutilen. Allá ellos.
Pero la evidencia científica nos viene a decir que el listón que nos hemos puesto en Occidente de los 18 años es excesivamente bajo para según que decisiones. Evidentemente habría que subirlo para las que no hay vuelta atrás a los 21 por lo menos. Pero lo que se está tratando de hacer desde el Gobierno es exactamente todo lo contrario. Bajar de los 18 años a los ¿16, 14, 12?
¿Acaso son tan ignorantes que no saben lo que la ciencia dice? El más elemental sentido común dice que no. Entonces lo que nos queda es que están haciendo auténticos experimentos con esos chicos y chicas (los elles que tanto menciona la ministra Irene Montero) que padecen una cierta confusión, como si fueran animales en un laboratorio. Para ver que pasa. Los experimentos nazis es estado puro, con la única diferencia de que son con adolescentes que dan su consentimiento a unas consecuencias sin vuelta atrás de las que no tienen el más mínimo conocimiento.
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