Descubrieron una estrella lejana con extraños objetos que orbitan a su alrededor y un astrónomo habla de vida inteligente extraterrestre. No dejaría de ser anecdótico si no fuera porque hay otros científicos que se dedican denodadamente a buscar contacto con seres extraterrestres, de cuya existencia están completamente convencidos, hasta el punto de hacer afirmaciones como la siguiente:
“El análisis del telescopio Kepler revela que una de cada cinco estrellas tienen planetas que pueden tener vida. Eso son decenas de miles de posibilidades, solo en la Vía Láctea. Pueden ser estériles, pero eso nos convertiría en un milagro. Y en la ciencia, cuando crees en los milagros normalmente te equivocas”.
Efectivamente, decenas de miles de posibilidades, literalmente, pero nada demostrado. Absolutamente nada. Tan solo una teoría, porque lo contrario a esa teoría, sería un milagro, y claro, los milagros no pueden existir. Y punto.
Ya se han gastado millones de dólares e ingentes esfuerzos personales y técnicos para descubrir vida fuera de nuestro planeta. Y no hay nada. Y lo que dicen es la verdad. El hecho de que haya vida en la tierra y esa vida no sea generalizada en muchos otros planetas solo tiene una calificación: Milagro. Y lo dicen los que no creen en los milagros.
Pero también es igualmente cierto que, con los medios técnicos que tenemos, algún tipo de vida deberíamos haber descubierto ya en el espacio, aunque fuera un tipo de vida de lo más simple. Pero nada de nada. ¿No será porque la verdad es tan sencilla como que esa vida fuera de la tierra no existe? ¿No será que la realidad es que hay que reconocer, guste o no guste, el milagro de la vida en exclusiva en el planeta que habitamos? ¿No será que Dios existe, ha creado todo y eligió este planeta para poner vida inteligente en él y relacionarse con esos seres, que somos nosotros? Eso es lo que dicta el sentido común. Pero muchas veces el sentido común en el menos común de los sentidos, y muchísimas personas, por más estudios que tengan, prefieren negar lo evidente, no creyendo en Dios para sí creer sin base en extravagantes seres cuya existencia el avance tecnológico que poseemos nos dice que simplemente no existen.
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