Mi muy negativa opinión sobre Donald Trump
como persona es de
sobra conocida por los
que siguen este blog. Y pensaba yo que esa opinión mía no podía empeorar. Pues estaba equivocado. La egolatría del personaje le ha llevado a comportarse en los últimos días de una forma totalmente irresponsable, incluso cayento en el totalitarismo, animando a sus seguidores a manifestarse en el Capitolio cuando estaba en la sesión de certificación de Joe Biden como Presidente, con el chantajista objetivo de impedir dicha certificación. Ese intento de chantaje acabó con el violento asalto al Capitolio, que produjo cinco muertos y supongo que también bastantes heridos y detenidos (estoy escribiendo completamente de memoria).
En un comentario que hice en Facebook hace algún tiempo dije que la hora de la verdad de los resultados electorales llegaría cuando el Tribunal Supremo se pronunciase sobre el tema. Pues bien, dicho Tribunal, de clara mayoría conservadora, ni tan siquiera aceptó las demandas de Trump. No solamente el Supremo, sino ninguno de los tribunales estatales en los que Trump dio batalla.
Creo que está claro que quien decide una contienda electoral no es uno de los participantes o sus seguidores, sino el sistema electoral vigente y, si hay dudas sobre el mismo, tribunales independientes. Y esos tribunales independientes dieron la victoria a Joe Biden. Punto.
Pero es que no solamente los tribunales, sino que también pesos pesados del Partido Republicano, como el senador Mitt Romney o el mismo vicepresidente Mike Pence entre otros, le han dado la espalda a Trump, reconociento la victoria de Biden.
Pero Donald Trump, de quien creo recordar que en el pasado he llegado a escribir que se comportaba como un perturbado mental, ha hecho su mejor esfuerzo para darme toda la razón y ha perdido completamente los papales, negándose a aceptar las vías democrática y judicial, intentando imponer la suya propia, apoyado por sus seguidores más fanáticos. Eso solamente tiene un nombre: totalitarismo. Y, además, de la peor especie a nivel personal, con ese tono suyo chulesco y prepotente, aderezado con un comportamiento que, repito, creo digno de ser estudiado por la rama psiquiátrica de la medicina.
Al final, tarde y mal, parece que ha aceptado la realidad y ha dado marcha atrás, obligado por los trágicos acontecimientos. Esperemos que este oscuro personaje no haga ningún otro desastre desde aquí al día en que Joe Biden tome posesión de la Presidencia.
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