La idea de Pablo Casado de vender la sede del PP en la calle Génova me pareció de por sí sola una solemne estupidez. Como he leído no recuerdo donde, si por corrupción hubiera sido el PSOE debió haber vendido su sede en la calle Ferraz hace muchos años. Porque, seamos claros, supone implícitamente reconocer que el PP es un partido corrupto, o que lo fue en un pasado muy cercano. Pero es que, además, ha levantado un montón de críticas en los barones peperos. Por no decir el intento de romper amarras con los pasados (lo pongo en plural porque incluye el pasado de Aznar y el de Rajoy), lo que ha puesto en guardia a aquellos que formaron parte de alguno o de ambos, que son muchísimos. Un auténtico suicidio, vamos, digo de todo un tarugo.
Pero me cuesta creer que Casado sea tan tarugo. Por lo que le he intentado buscar algún tipo de explicación alternativa. Y la única que se me ocurre es que el líder pepero tiene un as en la manga, que lo va a tener bien guardado hasta el momento de enseñarlo, que será en la convención nacional que ha anunciado para otoño.
¿Y cuál va a ser ese as? Pues solamente puede ser uno: la refundación del PP, en base a su fusión con Ciudadanos, abandonando las viejas siglas, para reconvertirse en algo así como un PCP (Partido Ciudadano Popular), PPC (Partido Popular Ciudadano) o semejante. Nuevo partido, nuevas siglas y nueva sede. Nuevo mensaje y nueva estrategía política, apuntando al centro. ¿Es arriesgado? Por supuesto que sí, mucho. Pero si sale bien será una genialidad.
O Casado es un tarugo que está destinado a pasar sin pena ni gloria por la dirección del PP, favoreciendo así la permanencia en la Presidencia del Gobierno de Sánchez, o es un genio que en tiempos para él muy difíciles va a saber encontrar la forma de sacarle de La Moncloa. El tiempo lo dirá.
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