No es que mi esposa sea antivacunas, pero sí es antiagujas. Le da pánico que la pinchen, sea para vacunarse, para sacarle sangre o para lo que sea.
Hace unos días fuimos a hacer nuestra revisión médica semestral y salió el problema del coronavirus. Yo le dije que yo ya me había vacunado, pero que mi esposa no. Y la doctora le ofreció amablemente a mi esposa vacunarse en ese mismo momento, poniendo el acento en el peligo que supone la variante delta para los no vacunados.
Y para mi sorpresa mi esposa aceptó el ofrecimiento (cierto es que su hija menor y una hermana había allanado el terreno). Acto seguido la doctora le dijo que en el centro médico disponían de dos vacunas, Janssen y Moderna, pero que ella consideraba que Moderna era mejor, algo que suscribí yo (mis dudas respecto a la vacuna de Janssen son conocidas para los lectores de este blog). Mi esposa se decidió por la vacuna de Moderna, y tras finalizar la consulta apareció la enfermera y le administró la primera dosis de la vacuna Moderna contra el Covid-19. Así son las cosas por estos lares.
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