Mal, muy mal, deben
estar las previsiones económicas en Moncloa cuando Pedro Sánchez ha optado por someterse a este humillante viaje a Estados Unidos sin ser recibido por Joe Biden. Debe ser que lo que se espera es más o menos una crisis económica semejante a la que le costó el puesto a Zapatero.
Pero no creo que la solución sea esta gira americana en plan ministro de turismo. Porque difícilmente los empresarios estadounidenses se dejarán convencer por las buenas palabras de Sánchez, porque son conscientes de tres cosas: de que en España los impuestos tienen carácter casi confiscatorio (tal vez sin el casi), de que un Ejecutivo con miembros de un partido comunista (Podemos) y del Partido Comunista (PCE) no ofrece la menor garantía (menos en Estados Unidos) y de que la palabra de Sánchez vale menos que un billete de tres dólares.
Y es que las inversiones extranjeras no se mendigan con huecas palabras, sino que se ganan con certeros hechos. Y si de las primeras Sánchez tiene muchas, de los segundos no tiene ninguno.
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