El modelo de la Constitución Española de 1978 está agotado. Eso lo saben todos. Y habrá que enfrentarlo más tarde o más temprano. Lo que no puede ser es que siga indefinidamente el estado de tensión política que se está viviendo actualmente. Y que no parece que vaya a amainar, sino más bien lo contrario.
Por lo tanto se hace necesaria una segunda transición constitucional, que debería estar basada en dos cuestiones.
Lo ideal, dado el alto costo económico del estado autonómico, sería acabar con el mismo. Pero eso, siendo realistas, es imposible. Así que por lo menos, en primer lugar, habría que poner encima de la mesa que existe la urgente necesidad de que cada autonomía se financie por sí misma, y si eso quiere decir subir los impuestos, que los suban, sarna con gusto no pica.
Y, en segundo lugar, también habrá que buscarles una solución a los problemas catalán y vasco (y puede que otros), porque nada se va a conseguir escondiendo la cabeza debajo del ala. Y esa solución bien podría ser por la vía canadiense, incluyendo en la misma la salida de la Unión Europea en caso de independencia.
Habría que lograr un acuerdo entre PP y PSOE en ese sentido, para luego presentárselo a los nacionalistas. Y cerrar de una vez ese problema.
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