Los que siguen este blog ya saben que soy evangélico y asisto junto
a mi esposa a una pequeña iglesia hispana. Mi hija asiste a una iglesia hispana de tamaño
medio-grande y mi hijo a una iglesia americana de tamaño grande (aunque no mega). Ayer tuve la oportunidad de ir por primera vez junto a mi hijo a
su iglesia (normalmente me es imposible, por cuestiones de trabajo, pero ayer, excepcionalmente, estuve libre).
La verdad es que fue una experiencia increíble. Me encontré con un ambiente de libertad y sincera amistad desde que llegamos (unos veinte minutos antes de que comenzara el culto) hasta que nos fuimos, en el que se podía sentir la presencia de Jesús en todo momento. Mi hijo me presentó antes del culto al pastor, que, a pesar de pastorear una iglesia grande y dirigir otros tres campus también grandes, se mostró como una persona humilde, amable, cercana y cálida. Predicó un mensaje sencillo pero muy impactante.
Es una de esas experiencias que uno quiere repetir. Seguiré asistiendo a mi pequeña iglesia hispana. Pero a la vez echaré de menos esa iglesia americana desconocida por mí hasta ahora. Y regresaré a ella en cuanto la ocasión lo permita.
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