Primero fue el confinamiento. Luego la obligatoriedad de las mascarillas. Ahora la imposición de las vacunas. Por el medio toques de queda, prohibiciones de manifestaciones, limitaciones a la movilidad, pasaporte covid, etc., etc., etc.
Sigo sin pensar que todo lo del coroviravirus forma parte de una conspiración mundial, sino que estoy convencido de que por accidente el virus se escapó del Instituto de Virología de Wuhan. Pero, aprovechando que el Pisuerga para por Valladolid y, ya puestos, que el Sena pasa por Bruselas, el Poder, español y de la UE, ha decidido que es un buen momento para ensayar cuan dispuestas están las masas a aceptar mansamente la tiranía.
Y es que siempre, en estas circunstancias, ese Poder ha tendio una buenísima excusa para acabar con la libertad individual por el bien superior, teórico, del binestar del rebaño. En España el éxito creo que sorprendió incluso al propio Poder, porque durante el confinamiento se dieron escenas de apoyo al Sistema y de chivatería que poco tendrían que envidiar a la Cuba comunista. Luego el Poder impuso las mascarillas y nadie abrió la boca. Ahora en España dicen que ni hace falta hablar de obligar a la gente a vacunarse, porque el porcentaje que se niega es mínimo.
Y aparece Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, diciendo que es partidaria de abrir el debate sobre la vacunación obligatoria. O sea que, si le quitamos el barniz, esta señora está a favor de que en toda la UE la vacunación sea obligatoria. Una vacunación, curiosamente, que no garantiza que se vaya a erradicar el virus, y que tampoco garantiza que los vacunados no vayan a contagiarse. De lo que se trata es ni más ni menos que de, aprovechando una ocasión que les ha venido de perlas, probar el grado de aborregamiento del personal.
Añadiré, a título personal, que yo me he vacunado. Pero porque me ha dado la gana. Porque lo he considerado lo mejor para mí y para mi familia.
Porque aquí, en el área de Houston, se está viviendo todo esto con relativa normalidad. El confinamiento fue más un cierre de negocios no exenciales que otra cosa, porque la policía nunca se dedicó a decir a la gente que no saliera de sus casas. El uso de la mascarilla se hizo obligatorio por ley por algún tiempo (ya hace mucho que no lo es), pero nuevamente la policía tenía cosas mejores que hacer que dedicarse a advertir a los desmascarillados. Y la obligatoriedad de vacunarse ni está ni se la espera (si bien algunas empresas ya han tomado la decisión de despedir a los que no quieran hacerlo).
Creo que por estas tierras de las barras y las estrellas se está experimentando en la lucha contra un virus desconocido, y por el camino se han violentado algunas libertades individuales, las cuales se han restablecido en cuanto se ha podido.
En cambio en la Unión Europea en general y en España en particular lo que han estado y continúan haciendo es experimentar para saber hasta que punto la masa está dispuesta a aceptar sumisamente la tiranía del Poder. Algo extremadamente peligroso, sobre todo si esa masa se convierte en un rebaño de miedosos borregos que obedecen al Poder sin cuestionarlo, en vez de ser un grupo de personas libres dispuestas a luchar por sus derechos individuales cuando el Poder intente violentarlos.
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