Putin pensaba que tomar Ucrania iba a ser un
paseo militar (nunca mejor dicho) de dos o
tres días, pero la feroz resistencia del ejército y de la población de dicho país han convertido esa invasión en algo verdaderamente terrorífico para el ejército ruso. Tanto ha sido así que, un mes después de haber dado comienzo a la guerra, Rusia ha comunicado que rebaja sus objetivos militares y anuncia que se centrará en la región de Donbás. Es decir, que ya no se trata de tomar todo el país y derribar el Gobierno de Zelenski para poner un Gobierno títere de Rusia en su lugar, sino de conformarse con controlar las regiones de habla mayoritaria rusa de Donetsk y Luhansk, que juntas forman lo que conocemos como el Donbás.
Las circunstancias se han impuesto y Putin se ha dado cuenta de que no va a poder llevar a cabo su plan inicial. Ciertamente ha conseguido una de sus tres metas mayores, conectar Crimea a Rusia por tierra y cegar a Ucrania la salida al Mar Azov. Pero no ha podido conseguir las otras dos. Le ha sido imposible tomar Kiev, debido a la durísima resistencia. Y ni tan siquiera ha intentado tomar Odessa, para también cegar la salida de Ucrania al Mar Negro y dejar a dicho país sin ningún tipo de salida al mar. Por supuesto, ni mencionar la ocupación total de Ucrania.
La realidad se impone. Rusia es un país de una economía mediocre. Y dispone de un ejército también totalmente mediocre. Y de un dictadorzuelo igualmente mediocre. Las tres cosas juntas suman que Rusia ha perdido su guerra contra Ucrania. Ciertamente tendrá bajo su control una parte del territorio ucraniano que antes no tenía, aunque tampoco una inmensidad. Escaso logro para un país, Rusia, y un ególatra, Putin, que quieren estar en la élite mundial, cuando no pasan de una tercera división.
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