Después de toda la tensión previa a la sentencia de marras llegué a pensar que cuando el Tribunal la hiciera pública Quim Torra podría intentar salir por la puerta grande del separatismo catalán, declarando la independencia de esa fantasmal República de Cataluña, soltando a los llamados presos políticos y llamando a una movilización general en las calles. Montarla parda, vamos.
Me alegro de haberme equivocado, por supuesto, porque eso podría haber producido mucha violencia. O no, porque ya vimos que lo del 1-O quedó más bien en fuegos de artificio cuando el Estado puso en marcha su maquinaria (y no con toda su fuerza, desde luego).
En cualquier caso lo que veo es que Torra es un claro ejemplo de la realidad del independentismo catalán. Mucho hablar, mucho lazo amarillo y demás, pero hechos reales ninguno. Sobre todo después de lo que les ha pasado a los sediciosos. Que, claro, es un aviso a navegantes, porque los próximos, si se suben mucho a la parra, podrían acabar como rebeldes y fuera de cárceles catalanas por un par de décadas, que no es juego.
¿Os acordáis de las primeras declaraciones y los llantos ante Llarena? Parece que Torra sí. Y prefiere salir por la puerta de atrás del independentismo y no por la puerta grande. Como un cobarde, pero al fin y al cabo a su casa, y no como un valiente, pero camino de la cárcel por esas dos décadas.
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