Es muy fácil acertar la quiniela el lunes e igual
de fácil es hacer lo que todos los columnistas de derechas están haciendo, dar las razones evidentes del costalazo de PP y Vox. Así que me sumaré a la ola.
Sánchez es un genio. Lleno de maldad política, pero genio. Y esa genialidad, llena de maldad, de convocar elecciones generales un calurosísimo puente de julio le salió como quería. Desmovilizó a una buena parte del electorado que prefirió desentenderse de historias electorales e irse a la playa. Si hubieran estado en su pueblo hubieran votado a PP o Vox, pero ya que eso no era posible se olvidaron de complicarse la vida con el voto por correo y otros líos y se fueron de vacaciones.
Pero a eso no se le puede echar toda la culpa, porque aun así la inmensa mayoría de las encuestas le daban la mayoría absoluta a la suma de PP y Vox. ¿Qué paso entonces? Pues que en Vox se esforzaron (y mucho) por girar (aún más) hacia la extrema derecha, por hacer el partido aún más opaco, por laminar lo poco que quedaba dentro del mismo de liberalismo. Y eso (que, señor Abascal, no es culpa de la prensa ni de Feijóo, sino de ustedes y de usted) desmovilizó a los votantes menos cafeteros de Vox, que muchos de ellos se quedaron en casa.
A lo anterior hay que añadir el poco disimulado triunfalismo del PP, que se dedicó a filtrar que tenían encuestas internas que les daban 160 diputados. Y que podían llegar a los 165. Eso produjo una desmovilización de muchos peperos, que ante la victoria segura de su partido optaron por no pasar calor y quedarse en casa o irse de pícnic.
Mientras tanto a Sánchez se le dio bien ir de víctima y a la vez amenazar con todos los males de un gobierno de PP y Vox. Un Vox con el que el PP no quería saber nada (por algo sería, ¿no?), pero que iba a tener que meterlo en el gobierno. Feijóo tampoco estuvo fino la última semana, cometiendo errores como el de las pensiones, no ir al debate final y reconocer que sabía que Dorado había tenido problemas judiciales por contrabandista (como si eso fuera poco) cuando inició su relación con él. Todo eso movilizó extraordinariamente en torno al PSOE a una buena parte de la izquierda que estuvo desmovilizada hace dos meses, en las autonómicas y municipales.
Y no hizo falta más. Un poquito de playa, un poquito de desmovilización pepera-voxera y un poquito de movilización socialista. Júntense tan solo dos diputados (por decir un número) de cada parte de la ecuación, agítese bien para que la suma dé seis y ya tenemos el brebaje del fracaso servido. Porque si añadimos esos dos por cada error estaríamos hablando de 175 para PP y Vox. Que sumados al de UPN darían la cifra mágica de los 176.
Ahora, en vez de esos 176 para la derechas, Pedro Sánchez tiene seguros 153 (PSOE y Sumar) y comprables a diferentes precios (unos muy caros y otros más aún) 26 (de menos a más precio, BNG, PNV, Bildu, ERC y Junts). 179. Y no me digan que se van a repetir las elecciones, que me da la risa.
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