Y llegó el estúpido día de reflexión, que yo en este blog aprovecho, como
una pequeña muestra de insumisión, para hacer público a quien apoyo. Evidentemente hay que sacar a Pedro Sánchez de La Moncloa, que es un auténtico cáncer político para España, de eso no cabe la menor duda. Y para ello, autoeliminada la vía de Ciudadanos y reducida a puro folclore circense la vía de Macarena Olona, tan solo quedan dos posibilidades, apoyar al Partido Popular o apoyar a Vox.
Vox es un partido franquista, de extrema derecha, que en sus inicios fue financiado ilegalmente, con estrechas conexiones con una secta extremista, que en determinados casos practica el matonismo y actitudes mafiosas contra la disidencia interna, que tiene una dudosa idea de la libertad de información, con una dirección cuestionable y opaca, algunos de cuyos líderes son unos fanáticos impresentables.
En cuanto al Partido Popular, nos encontramos con un partido que se ha convertido con el paso del tiempo, y a marchas forzadas bajo el liderazgo de Feijóo, en un partido socialdemócrata de manual (a la izquierda del PSOE de Felipe González), liderado por un nacionalista gallego que siempre que puede ataca el centralismo y que ha abjurado recientemente del pasado antiabortista del PP, y que es y será peor que Rajoy.
Creo que entre estas dos formaciones hay espacio de sobra para un nuevo partido político, liberal conservador con principios. Pero a día de hoy ni está ni se le espera, por desgracia. Así que lo que hay es lo que hay, también por desgracia.
Vox es el único partido del arco parlamentario que se muestra contrario al aborto (cierto que al principio estuvo titubeante en este tema, pero parece que se ha centrado), a los privilegios del lobby gay, al estado de las autonomías (que está destrozando económicamente España), a la inmigración ilegal, a la discriminación contra los españoles que hablan español en las comunidades con doble lengua y al suicidio energético, entre otras cosas.
No me gustan los tics totalitarios de Vox. Para nada. Soy consciente de que si llegaran a gobernar tratarían de imponer tal vez no una dictadura, pero sí un régimen autoritario donde les harían la vida muy difícil a los que no compartieran los postulados políticos, religiosos y sexuales de ellos.
Pero a la vez creo que, hoy por hoy, Vox es el partido que puede modular la socialdemocracia pepera, para intentar conseguir que Feijóo sea políticamente algo más que únicamente la segunda parte de Rajoy.
Si Vox tuviera posibilidades de ganar las elecciones jamás contaría con mi apoyo, por los riesgos de un gobierno voxero en solitario, por lo que sin la menor duda apoyaría al PP. Pero en el día de mañana los riesgos son de un gobierno pepero en solitario, apoyado en nacionalistas y regionalistas de diverso pelaje (vascos, canarios, aragoneses, etc.), que se dedique a cambiar las leyes más extremistas de Sánchez, a comprar apoyos a alto precio a esos partidos localistas y en todo lo demás a gestionar las políticas sanchistas. Vox es el partido que, tal vez, pueda evitar eso.
No, no me siento orgulloso, ni tan siquiera medianamente contento, con mi apoyo a Vox. De hecho me ha costado
mucho tomar esta decisión. Porque me repugna hacerlo. Pero entre dos males, apoyar
a la socialdemocracia pepera
o a la ultraderecha voxera,
creo que hoy, en las actuales circunstancias, me debo inclinar por el segundo mal. Eso sí, utilizando una buena máscara antigás, para evitar vomitar por el hedor.
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