Evidentemente cada partido tiene todo el derecho del mundo a ser dirigido como y por quien le apetezca. El problema empieza cuando el partido intenta ocultar a sus dirigentes. O a algunos de ellos. Porque entonces nos encontramos con un partido que tiene tics de secta secreta.
Es lo que parece que está sucediendo en Vox. Sin necesidad de mencionar sus inicios de la mano de la secta El Yunque (uno y dos), nos encontramos en el presente con un hecho cuando menos curioso. Lean:
Una de las modificaciones [de los estatutos de Vox] permite a su ‘dirección paralela’, el Comité de Acción Política (CAP), quien diseña la estrategia parlamentaria, no reflejar de manera pública qué componentes lo integran.
Es decir, que habrá miembros de ese Comité de Acción Política de los cuales nunca sabremos sus identidades. De hecho ni sabremos que están en ese órgano directivo. Y, por supuesto, tampoco conoceremos los intereses (políticos, económicos, familiares, religiosos, etc.) que motivan sus decisiones.
Me vienen a la mente dos preguntas evidentes. ¿A quién oculta Vox con esta maniobra? Y la segunda es aún más determinante. ¿Por qué no quiere Vox que se conozcan esos nombres?
Lo dicho, Vox empieza a comportarse no como un partido político, sino como una secta secreta con intereses desconocidos. Muy preocupante en el tercer partido político del país en votos.
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