Ha sido cosa curiosa ver los malabarismos que ha hecho Marruecos, con su siempre interesante rey Mohamed VI a la cabeza, para mantener el equilibrio entre su amistad con Israel y no incomodar a la población marroquí, manifiestamente antiisraelí. Y hasta ahora va consiguiendo no molestar a los israelíes, que es la meta.
Mientras tanto desde el principio el Gobierno de España hizo todo lo contrario. Empezó insultando a los israelíes por boca de una vicepresidenta y dos ministras, todas ellas comunistas y declaradamente antiisraelíes. Israel, aunque protestó, al final dejó pasar aquello. Pero ahora ha sido el mismo Presidente del Gobierno el que ha insultado groseramente a Israel, llamando implícitamente asesino a su ejército y poniéndose en la práctica del lado de los terroristas de Hamás.
Ha habido muchas respuestas de Israel sobre el tema, que ya he mencionado por aquí, pero una llamativa, muy llamativa, es la del ministro de Asuntos Exteriores en un tuit: No olvidaremos quién nos apoya en estos tiempos y quién apoya a una organización terrorista asesina que mantiene a más de 200 rehenes.
El único riesgo militar que España tiene se llama Marruecos, que reclama como propias diferentes terrenos bajo soberanía española, los más importantes son las ciudades de Ceuta y Melilla. Y ese riesgo es bastante grande, como se demostró, sin ir más lejos, con la toma de Marruecos del islote de Perejil, que hubo que retomar por la fuerza.
Pedro Sánchez está dejando a España cada vez más aislada en el plano internacional. Un plano en el que, por cierto, no existen ni amigos ni enemigos, sino únicamente intereses. Intereses para los cuales es necesario ser un socio de fiar. Ya España ha dejado de ser de fiar para Israel. Mal asunto. Israel le puede ofrecer a España mucho más que los territorios palestinos; infinitamente más. Y claro, enemistarse con Israel es igualmente infinitamente más dañino para España que lo que podría ser enemistarse con unos en la práctica parias internacionales como son los gobiernos palestinos (uno mucho, Fatah, y el otro muchísimo más, Hamás).
Solo por poner un ejemplo de los problemas que la enemistad israelí puede traer para España, decir que Marruecos se está armando hasta los dientes. Dice que para protegerse de Argelia, con quien tiene un conflicto desde hace décadas. Pero el problema es que las armas pueden utilizarse en cualquier escenario bélico. Vamos, también contra España, si fuera menester. ¿Y adivinan qué país podría vender armamento supermoderno a Marruecos? ¡Bingo! Acertaron. Israel.
En otro orden de cosas (o no tanto), se hace necesario mencionar que España dejó de ser un socio confiable para Estados Unidos el mismo día que ganó las elecciones Zapatero, aquel sujeto que en la oposición insultó a los Estados Unidos permaneciendo sentado al paso de su bandera. Rajoy, en su eterna tibieza en todos los terrenos, dejó las cosas como estaban, sin esforzarse lo más mínimo por mejorar las relaciones con los yanquis. Y Sánchez ha pasado a estar en un nivel de desconfianza igual que Zapatero o incluso mayor, por su inclusión de elementos comunistas en el Gobierno y sus pactos con filoterroristas. Ahora, claro, con su posicionamiento claramente antiisraelí y, además, su acercamiento a posiciones de Hamás, la cosa ha empeorado de cara a Estados Unidos; y mucho, por cierto.
Mientras tanto las relaciones de Marruecos con Israel son muy buenas y con Estados Unidos casi perfectas. Hasta el punto de que se ha hablado de que los americanos podrían trasladar la base aeronaval que poseen en Rota, que tiene intereses militares geoestratégicos, por controlar en Estrecho de Gibraltar, a territorio marroquí, desde donde controlarían igualmente el paso marítimo.
Mucho cuidado, que Pedro Sánchez está jugando con fuego en la esfera internacional. Cada vez se posiciona peor. Mientras tanto Marruecos está colocándose en una posición muy favorable. Lo malo de ese peligroso juego de Sánchez es que, como todos los demás, no lo pagará él, sino España, o sea, los ciudadanos de a pie. Pero a este nivel el pago podría ser infinitamente peor de lo que muchos imaginan, ya que la inmensa mayoría de españoles ni tan siquiera se lo plantea. A diferencia de Mohamed VI.
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