Podría caber alguna duda
(no para mí, por supuesto) de si Pedro Sánchez se posicionó a favor de Hamás
o intentó mantener una equidistancia entre el grupo terrorista e Israel. De lo que no cabe la menor duda es de que el posicionamiento español fue agradecido por
el grupo terrorista que masacró atrozmente a Israel el 7 de octubre y de que ese agradecimiento no fue comentado en ningún sentido por ningún miembro del Gobierno español.
Lo anterior es el prólogo de lo que viene. Tras haberse comprometido a participar junto a Estados Unidos y a los demás países de la Unión Europea, España vetó esa participación de la organización europea en la lucha contra terroristas hutíes que se dedican a atacar barcos en el Mar Rojo, unos terroristas que, muchísimo ojo al dato, son aliados incondicionales de Hamás y que perpetran esas acciones contra buques que se dirigen desde países asiáticos a países occidentales en general y a puertos israelíes en particular. Se puede leer que el ‘no’ [de España] fue «duro y político».
Ese veto, por supuesto, no hizo la menor gracia ni a Estados Unidos ni a los demás países de la Unión Europea (todos ellos, recordemos, comprometidos en la lucha contra los terroristas hutíes, a excepción de España). El aislamiento de España, por lo tanto, no es una opinión, sino un hecho. Así las cosas el Gobierno español se vio obligado a dar marcha atrás, al menos en parte, ya que de lo contrario pasaría a ser un paria ante EE.UU. y la U.E. Por ello levantó el veto, pero a la vez se negó a participar en misiones antiterroristas en la zona junto a sus aliados (aliados al menos teóricamente) americanos y europeos. Esa parcial marcha atrás fue del todo obligada, porque era evidente que España podía no participar en la misión, pero lo que era una auténtica barbaridad era obligar a los demás países de la Unión Europea (es necesario insistir en que todos) a que ellos igualmente, contra su voluntad, no formaran parte de esa misión antiterrorista, por el solo hecho de la voluntad española.
La consecuencia (la primera, vendrán más -y peores-) no se hizo esperar. Los terroristas hutíes, al igual que hicieron los de Hamás, felicitaron al Gobierno de España por su decisión.
Lo anterior son hechos incuestionables. Mi valoración es simplemente que lo que Sánchez está haciendo es aplicar el dicho de que los amigos de mis amigos son mis amigos. En este caso que los amigos terroristas hutíes de mis amigos terroristas de Hamás son mis amigos. Y por eso no voy a actuar contra ellos.
La deriva española (limitarla a sanchista sería minimizarla, porque fuera se habla de España, no de Sánchez) en política exterior no es ya preocupante, sino que es como mínimo muy preocupante, rozando lo casi suicida. Tiempo habrá para analizarla.
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