Tuve el privilegio de asistir en directo a través de El Mundo a la despedida política de Pablo Iglesias. Hace mucho tiempo, cuando el líder de
extrema izquierda estaba en la cresta de la ola, escribí que quería tener esa oportunidad (no recuerdo cuando y no tengo ganas de buscarlo). Tengo por norma no alegrarme de las desgracias ajenas, pero en este caso no es una desgracia personal (seguirá bien de salud -puede que incluso mejor- y disfrutando de su familia y su mansión en Galapagar -puede que incluso más-), sino política. Y creo que este elemento ha sido una de las mayores desgracias políticas para España en la etapa democrática. Su desastroso resultado, quedando el último de los partidos de izquierda y también el último de los que tienen representación en la Comunidad de Madrid, incluso por detrás de Vox, es inapelable. Al cuerno Iglesias. Bien, por Madrid y, sobre todo, por España. Y ahora habrá que ver si el Podemos nacional resiste la salida de su macho alfa o si, como muchos ya creen, emprende el camino hacia el abismo.
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