Los políticos, todos, sean del signo que sean, siempre son muy optimistas respecto al presente y el futuro cuando gobiernan y muy pesimiestas cuando están en la oposición.
En el caso de los gobernantes y el futuro, siempre predecirán que las cosas estarán un nivel por encima de la realidad, incluso a veces dos. Si saben que las cosas irán muy bien, dirán que excelente; si bien, que muy bien o excelente; si regular, que bien o muy bien; si mal, que regular o incluso que bien; si muy mal, que mal o tal vez regular; y si desastroso, que muy mal o más probablemente que sencillamente mal.
Por eso las predicciones pesimistas de Feijóo no son nada del otro mundo; forma parte de su trabajo. Pero lo que sí me llamó poderosamente la atención fue este titular: Calviño admite que «vienen curvas» y no descarta una recesión.
Vamos, lo que la vicepresidenta está afirmando es que las cosas se van a poner mal (vienen curvas) o muy mal (no descarta una recesión). Lo que en la práctica quiere decir que, en el plano económico, el futuro español será en el mejor de los casos muy malo, pero con muchas posibilidades de que se convierta en desastroso.
Todo apunta a que las cosas se empezarán a torcer en el otoño. Que políticamente empieza a primeros de septiembre. Vamos, dentro de un mes. Se avecina tormenta. Lo ha dicho nada más y nada menos que la vicepresidenta económica.
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