Los políticos son los que declaran la guerra y firman la paz (normalmente los mismos), pero quien pone los muertos es el pueblo llano. En Cataluña no hay guerra ni ha habido muertos. Aún.
Pero eso puede cambiar. De la violencia en las palabras poco a poco (o no tan poco a poco) se va pasando a la violencia en los actos, como lo demuestra el hecho de que un independentista le pegara una paliza, que empezó con un brutal puñetazo en la cara que le rompio la nariz, a una constitucionalista por recoger lazos amarillos. Con el enorme agravante de que el agresor no fue detemido por la policía catalana (que cada vez se comporta más como policía política de un régimen), sino únicamente identificado.
Entre unos gobernantes secesionistas insensatos, que solo piensan en la mitad que les apoya, y unos gobernantes nacionales del PP en el pasado y del PSOE en el presente débiles los primeros y muy débiles los segundos, que están dejando totalmente desprotegidos a los constitucionalistas, están creando el caldo de cultivo para que, en función de algún hecho desgraciado, se produzca una cadena de acción-reacción que llegue a situaciones imprevisibles. Por ahora la violencia física está larvada, pero puedo salir a la superficie en cualquie momento. La violencia verbal de Torra y los suyos y los silencios de Sánchez y los de él están produciendo una situación que se me antoja más y más peligrosa cada día que pasa. Quiero equivocarme.
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