Estuve en Galicia en unas vacaciones. Me encantó. Sobre todo ese estilo servicial de la gente, que en muchos casos, cuando les preguntas por una dirección, no es que te digan donde está, es que te acompañan hasta el sitio. Una diferencia enorme con Madrid, donde básicamente cada cual va a lo suyo.
Pero una cosa está clara, las diferencias políticas entre Galicia y el resto de España son abismales. Baste mencionar que en España Manual Fraga no se comía un colín y cuando, fracaso tras fracaso en la política nacional, decidió retirarse a la política gallega allí encadenó una mayoría absoluta tras otra. Y Fraga había sido, hay que mencionarlo, ministro con el dictador Francisco Franco.
Feijóo se ha equivocado cuando ha pensado que básicamente haciendo lo mismo que hacía en Galicia iba a llegar a ser Presidente de Gobierno de España. En Galicia le han perdonado sus amistades con el narcotráfico, pero está claro que a nivel nacional le ha afectado más de lo que pensaba. En Galicia le perdonarán que cometa errores de bulto en campaña, en el resto de España no. Galicia es el cortijo del PP, España no.
Una cosa es la política gallega y otra la política nacional. No tienen nada que ver. Las elecciones generales españolas no se ganan sin despeinarse, exclusivamente poniendo cara de buen gestor. La política española, para bien o para mal (creo que para mal), es una batalla a cara de perro. Y parece que eso no le va a Feijóo, que no está dispuesto a bajar al barro. Algo que no le importa a, por ejemplo, Isabel Díaz Ayuso (aquí lo dejo con ese nombre).
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