Concluía ayer, tras analizar someramente la situación actual política española, que hay solución. En el pasado mencioné que la situación actual, siendo mala (incluso muy mala, malísima), no es desesperada (uno, dos y tres). El ordenamiento jurídico español cuenta con recursos suficientes para revertir todos los desmanes que un politicucho de tres al cuarto como Pedro Sánchez está produciendo. Repito, hay solución.
Pero esa solución no vendrá de la mano de otro politicucho semejante a Pedro Sánchez, aunque en versión light, Alberto Núñez Feijóo; si llegara a La Moncloa (cosa que personalmente dudo mucho) lo único que haría sería dejar las cosas como están, sin empeorarlas; vamos, lo mismo que hizo Rajoy con la situación que heredó de Zapatero. Tampoco esa solución podrá llegar de un fanático rodeado de más fanáticos que él, Santiago Abascal, cuyo partido está imbuido en una deriva político-religiosa que ni sabemos quién la pilota, ni en qué punto está, ni cuál es su objetivo, ni cuáles son los medios para alcanzar ese objetivo.
¿Quién nos queda? Creo que solamente hay un nombre que hoy por hoy podría enfrentar el difícil desafío que España tiene. Isabel Díaz Ayuso. Vaya por delante que no me gusta; por un lado, tiene unos comportamientos de macarrilla de barrio que me desagradan profundamente; por otra parte, veo unos tics en ella que apuntan, cuando poco, a un desequilibrio emocional (¿podría seguir los pasos de Albert Rivera?). Pero entre todo el espeso bosque de la mediocridad política española es la única que sobresale un poco. Al menos se atreve a llamar a las cosas por su nombre y en principio no tiene miedo de enfrentarse a cualquier situación que le venga en contra (como lo demostró sobradamente cuando Casado le declaró la guerra). Y al parecer sus carencias las ha solucionado rodeándose de personas que le aconsejan correctamente.
La situación tiene solución y se requiere de una persona valiente que sea capaz de encararla y de unos votantes (ciudadanos es, por ahora, decir mucho) que la apoyen en sus decisiones. ¿Es pedir mucho? Espero que no.
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