Mi hija nunca tuvo problemas de acoso escolar, pero el primer año tuve realmente miedo a que los tuviera, debido a que llegaba al grado siete procedente de "home school". Por eso sé el "protocolo" en Texas. El resumen es que, después de castigos varios en forma de tener que quedarse en la escuela después del horario escolar (que van creciendo cada vez más), si el acosador no deja de acosar acaba por un tiempo determinado (por ejemplo, una semana) en una escuela especial que es más parecida a un ejército que a una escuela en sí. Si al regresar sigue acosando (no suele pasar), regresará a esa escuela, pero por periodos cada vez más largos. Y estos pasos no se dan en meses, ni siquiera en semanas. Si el acosador lo hace, digamos, el lunes, ese día se verá obligado a quedarse en la escuela tal vez una hora más. Si persiste el martes, se tendrá que quedar no una hora, sino dos. Y si sigue con el acoso el miércoles, el jueves puede estar ya en la escuela especial. Mi hija me dice que, aunque no se relaciona con ese tipo de gente, sabe que cuando regresan de la escuela especial (a la cual van no solamente por acoso, sino por cualquier falta grave, como faltar el respeto a un profesor, iniciar una pelea, no aceptar las normas de la escuela, etc.) vienen bien derechitos, porque no tienen ganas de volver allá.
Después de este largo prólogo informativo, decir que debe ser por ese miedo que tuve al principio a que acosaran a mi hija, por lo que me llaman la atención los casos de acoso en España. Y, sabiendo como se las gastan en Texas, no entiendo (pero es que no lo entiendo, de verdad) la pasividad de las autoridades españolas ante estos casos, tanto de las escolares como de las judiciales.
Como en el caso, gravísimo, de un chico de doce años, cuya descripción pone el corazón en un puño:
Inmaculada Rivas, su madre, cuenta entre lágrimas que desde entonces Alejandro, quien ha dejado de ir a clase, "ha caído en picado", vive encerrado en su habitación, sufre insomnio, constantes pesadillas, apenas come y es medicado con ansiolíticos y antidepresivos. Los informes de la psiquiatra, en cuya consulta el niño no cesa de llorar, llegan a advertir de "riesgo autolítico" y estiman que el menor no puede acudir al instituto en su estado depresivo "por esta situación de acoso escolar". Y resaltan sus "sentimientos de desprotección e indefensión", así como su "ansiedad" y su situación de "fragilidad y vulnerabilidad".
Y este caso, repito, gravísimo, no es el único. Ha servido para conocer más. Como éste:
...otras dos madres han dado a conocer sendas denuncias por situaciones similares hacia sus hijos en el mismo centro, e incluso una de las víctimas fue grabada cuando era sometido a una salvaje agresión sexual en los aseos de un local público -no el instituto- por parte de dos compañeros de estudios... el vídeo de la brutal agresión sexual a una de las víctimas por otros menores que estudian en el instituto, y que ha llegado a difundirse entre los escolares a través de las redes sociales. Además, la víctima se ve ahora obligada a encontrarse cada día con sus agresores en el centro escolar.
Y todo ello ante la inacción total de las autoridades. Los agresores, impunes; las víctimas, desprotegidas; la sociedad, desinteresada. ¿Qué puedo decir? Lo que digo muchas veces, que se me acaban las palabras a la hora de adjetivar todo esto. Y que lo único que puedo hacer es sentir asco. Mucho asco.
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