No, no me gusta mucho Isabel
Díaz Ayuso, la candidada del
Partido Popular en las elecciones
del 4 de mayo, dentro de exactamente cuatro semanas, a presidir la Comunidad de Madrid. Tiene un tonito de superioridad y
un estilo un poco macarra en su forma de hablar que no me hace mucha gracia, la verdad. Entre otras cosas. Me parece un ejemplo (uno más, y no el peor) de la
nueva generación de jóvenes que pululan por la política española,
con poca preparación y mucha ambición.
¿Pero cuál es la alternativa? Hace dos años en estas mismas elecciones mi apoyó fue para Ciudadanos. Hoy, por desgracia, apoyar al partido naranja es dar un salto en la oscuridad de lo desconocido, después de haber ido de la mano de PSOE y Podemos en las mociones de censura en la Comunidad y el Ayuntamiento de Murcia. Y con un Pablo Iglesias en el ala izquierda de la política madrileña no hay ni que pensar en ese lado. Todo lo que huela a este sujeto huele políticamente mal, extremadamente (y nunca mejor dicho) mal.
Solo queda, como alterlativa a la pepera, Rocío Monasterio en Vox. Me gusta su estilo. Lástima de su extremismo religioso e ideológico.
Puestas así las cosas la única que simboliza la libertad en la Comunidad de Madrid, mi comunidad, es Isabel Díaz Ayuso. No sé si mucha libertad o poca libertad, pero al menos alguna libertad, con lo positivo que ello implica. Y todo lo demás a la izquierda de ella simboliza el comunismo. Unos más comunismo y otros menos comunismo, pero comunismo al fin y al cabo, con todo lo terrible que ello significa.
En esa disyuntiva lo tengo completamente claro:
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