Mis pocos y fieles seguidores saben que asisto a una pequeña iglesia evangélica hispana en las cercanías de Houston. Hace como una
hora regresé del culto entre semana, el de oración, el único al que puedo asistir,
por problemas de trabajo.
Hoy dirigió el culto un muchacho joven que en un momento dado preguntó a la congregación (integrada por unas treinta personas, unas cinco de ellas sin papeles) que quienes tenían necesidad de trabajo. Se sorprendió cuando nadie se puso en pie. Yo también. Gracias a Dios vivimos en un país donde la economía y el mercado de trabajo funcionan aceptablemente bien.
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