El hilo de este texto se me ocurrió cuando vi el choque dialéctico entre Abascal y Sánchez en el debate de la última extensión del estado de alarma, pero unos días por otros no lo he escrito, y quiero hacerlo antes del debate de la próxima prórroga.
La verdad es que Santiago Abascal ha demostrado que es un buen parlamentario, duro, correoso, que no pierde las formas, pero que en el fondo es simplemente brutal. Fue lo que hizo hace un par de semanas, cuando decidió desmarcarse del apoyo al Gobierno de las dos veces anteriores. Un cambio de posición que, además de completamente legítimo, es lógico, por las circunstancias (el Gobierno lo está haciendo rematadamente mal) y, sobre todo, porque es lo que le demandaba su base votante.
Esta claro que cada vez que Abascal ataca al Gobierno sin contemplanciones no solamente tiene el apoyo de sus votantes, sino que consigue arañar apoyos al PP, en el que Casado está en una incómoda posición de nadar, siendo oposición al Gobierno, y guardar la ropa, apoyando al Gobierno en las sucesivas prórrogas del estado de alarma.
Pero esa dureza de Abascal a Sánchez a quien más le conviene, incluso más que al propio Abascal, es precisamente a Sánchez. Repito, Vox le quita votos al PP con cada duro discuro de su líder en el Congreso, pero más apoyos recaba Sánchez ante la agitación de que viene la ultraderecha, apoyos que de no existir Vox se hubieran ido a Cs, al PP o a la abstención. Baste solo un ejemplo, cuando Casado le acusó en el mentado debate de cerrar el Parlamento, Sánchez saco a colación la nula actividad de los Parlamentos de Madrid, Andalucía y Murcia, regiones en las que, dijo, Gobierna el PP con el apoyo de la ultraderecha. Es solo el principio. Ante la dureza opositora de Vox, que va a seguir creciendo (ya ha ido a los tribunales contra el Gobierno), Sánchez agitará el miedo a una unión entre el PP y Vox para gobernar si las matemáticas se lo permiten como medio para mantener a sus votantes, muchos de los cuales desertarían en otras circunstancias por la, repito, nefasta gestión que de la crisis está haciendo.
La más clara muestra de ello fue la última encuesta de El Mundo, en la que el PSOE no solamente mantiene los mismos apoyos que en las ultimas elecciones, sino que increíblemente los aumenta.
Otros números serían los que veríamos de no existir Vox (cuya existencia, repito, es no solamente legítima, sino también lógica, dado que hay un sector de la población, grande como demuestran los votos, a la derecha del PP). En estos momentos probablemente el PP habría rebasado en intención de voto al PSOE.
El futuro no está escrito, y es posible que la brutal crisis económica que se avecina acabe llevándose por delante a Sánchez a través de una suma de PP+Vox+Cs. Pero me temo lo peor. Y, tomando en consideración el enorme aborregamiento de una parte considerable de la sociedad española, al final puede ser que las matemáticas den más números para una coalición socialista-comunista-separatista que para una centrista-derechista-ultraderechista. Lo que dejaría a Pedro Sánchez en La Moncloa, con todo lo que ello implica.
Sinceramente, quiero equivocarme, pero mucho me temo que voy a acertar, contra mis propios deseos.
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