Ni coche, ni avión, ni carne, ni aire acondicionado, ni calefacción. Ese es el destino que quieren los defensores de la emergencia climática
para las clases medias de los países desarrollados.
Pero no únicamente. Y es que en la recien celebrada cumbre sobre el cambio climático COP26 se llegaron, entre otros, a estos dos acuerdos:
Por un lado, se insta a los países desarrollados a duplicar los fondos para los países en desarrollo para ayudarles a adaptarse al cambio climático. Y por otro, se hace énfasis en la necesidad de "aumentar significativamente el apoyo" a los países en desarrollo más allá de los US$100.000 millones al año.
¿Y que parte de la sociedad de los países desarrollados va a pagar esas inmensas cantidades de dinero a los países pobres para que no accedan a fuentes de energía y transporte que supuestamente aceleren la emergencia climática? No desde luego los pobres de solemnidad, que ya viven de las ayudas gubernamentales. Tampoco los ricos, que siempre tienen la opción de marcharse con su riqueza y sus empresas a países menos exigentes, por lo que los gobierno se cuidan mucho de no pasarse de rosca con ellos. Lo que nos deja con la única opción de que será la clase media, trabajadora y empresarial, la que deberá correr con los costes de la emergencia climática, a través de subvencionar con sus impuestos a los países pobres.
La única esperanza que nos queda es que no hay metas definidas sobre una nueva financiación para asistir a los países a lidiar con el cambio climático. Al fin y al cabo los gobernantes podrán engañar a todos los votantes durante algún tiempo, incluso podrán engañar a algunos votantes durante todo el tiempo, pero de lo que son muy conscientes los mentados gobernantes es de que no pueden engañar a todos los votantes durante todo el tiempo. Y esa es la esperanza: los votantes y la democracia.
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