Es lo que tienen estas cosas, que, como rezan dos refranes, las palabras se las lleva el viento, mientras que lo escrito queda. Marlaska cometió dos errores. El primero, traficar con su influencia como juez a favor de un amigo. El segundo, hacerlo por escrito, en vez de a través de una llamada telefónica o, aún más seguro, en persona.
Y ese 'número dos' de Fernández Díaz guardó el mensaje, claro. Y ahora, ocho años después, cosas de la vida, nos enteramos de que Marlaska, siendo juez, intentó influir a favor de un amigo en una decisión. Un clarísimo tráfico de influencias.
¿Dimitirá ahora o esto tampoco será suficiente? (y veremos si en los próximos días no aparecen más cosas, porque los periódicos suelen dar estas exclusivas poco a poco y a veces yendo de menos a más):
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