martes, 23 de mayo de 2023

La colonoscopia que me ha salvado la vida

Desde hace un par de años mi doctora de cabecera (de familia dicen por aquí) me venía insistiendo con que me hiciera una colonoscopia, por antecedentes familiares. No me apetecía nada, porque hace unos veinte años pasé por una, en Miami, y la experiencia fue bastante desagradable (con resultados, eso sí, totalmente favorables, ya que todo estaba completamente normal). Pero bueno, al final le hice caso.

O las cosas han cambiado mucho en veinte años o todo es diferente en Houston, pero, para empezar, para mi sorpresa mi doctora no fue quien me encaminó hacia la colonoscopia, sino que me refirió al especialista en aparato digestivo. Tuve cita con él, le expliqué la situación y me refirió a un centro endoscópico para que la realizara. Me llamaron por teléfono e hicimos la cita.

El día de autos aparecí, un poco nervioso ciertamente, a la hora señalada y me encontré con la segunda sorpresa, que la colonoscopia seria realizada bajo anestesia general (la primera en mi vida). Pregunté si sería conectado a un respirador artificial inmediatamente tras la anestesia (hace 30 años esa era la práctica general en España, por si acaso se presentaba un problema respiratorio; respirador que quitaban en cuanto el paciente se despertaba, por lo que solo sentía que le sacaban el tubo de la boca, según me explico un médico amigo), a lo que me dijeron que no, a menos que tuviera problemas respiratorios mientras estaba anestesiado, en cuyo caso lo harían. Firmé un montón de papeles, hablé unos momentos con la anestesista (muy amable, por cierto). Y me empezaron a preparar. Desnudo de cintura para abajo bajo la sábana, con una vía intravenosa en la mano (me dolió un poco al conectarla, pero una vez conectada ya no sentía ninguna molestia, algo sorprendente para mí; por cierto, la enfermera me dijo, cuando sintió que me dolía, que ese sería el único pequeño dolor de toda la intervención; y fue completamente cierto) en la que me ponían suero, un medidor de la tensión en el brazo, otro de las pulsaciones en el dedo y una mascarilla (muy cómoda, por cierto) conectada a un administrador de oxígeno. Un poco impresionante sí que era, al menos para un neófito como yo. Y al rato vino un trabajador que me dijo que me iban a trasladar a otra estancia, en la que se llevaría a cabo la prueba. Fue la primera vez en mi vida en que me movían en cama (una experiencia un poco extraña, dicho sea de paso).

Y llegamos al área de la colonoscopia. Donde me llevé la tercera sorpresa. Quien me iba a practicar la colonoscopia era el mismo especialista en aparato digestivo. Vaya. Me saludo amablemente y se puso a hacer cosas en un ordenador. Al momento llegó alguien (que no era la anestesista) y me pidió que me colocara acostado de lado, para posteriormente decirme, en tono medio informativo medio de pregunta, "es hora de dormir" (aquí le piden permiso a uno para todo). Asentí sin decir nada, fije mi vista en la unión del techo y la pared, se puso todo un poco borroso (solo un poco)... y al instante una voz femenina me preguntaba si me encontraba bien. Abrí los ojos y me encontré igualmente de lado (al menos no me trataron como a un muñeco), pero ya no en la sala de la colonoscopia, sino en la anterior estancia, en la que me prepararon. Le pregunté a la enfermera que cuanto tiempo había pasado. Veinte minutos. Que para mí fue un instante (es curiosa la diferencia en la sensación del paso del tiempo entre estar dormido y anestesiado; cuando uno se despierta tras dormir, sabe que ha pasado una cierta cantidad de tiempo, aunque no cuanto; bajo anestesia, el factor tiempo desaparece y la sensación que da es de, literalmente, abrir los ojos un momento después de cerrarlos). Me dio agua (fue el agua que mejor me ha sabido en toda mi vida), me dijo que me vistiera bajo la sábana, me ayudó a descender de la cama a una silla de ruedas y la empujó hasta la salida. Allí me esperaba un automóvil. Me preguntó que si era el de mi hija y le dije que no recordaba para nada el tipo de coche que tenía mi hija (evidentemente por el efecto de la post-anestesia). Me preguntó que si la persona que estaba al volante era mi hija, a lo que le contesté afirmativamente (la post-anestesia afortunadamente no llegó al punto de que no reconociera a mi hija). Me ayudó a bajarme de la silla de ruedas y a montarme en el coche. Y se acabó la experiencia de una colonoscopia en Houston.

Pero no las sorpresas. Me encontraba ciertamente en un estado extraño, entre dormido y despierto. Pero recuerdo que mi hija me comentó que le habían dado unos papeles y explicado que encontraron dos pólipos, uno pequeño y otro mediano, ¡los cuales el especialista los había extirpado! Los iban a analizar y después me llamarían.

La llamada llegó haces unos días. Me dijo una mujer que ya tenían los resultados y que el doctor quería verme. Le pregunté si podía darme los resultados del análisis de los tejidos y me dijo que no, que eso lo haría el doctor en persona. Fijamos cita y el día señalado allí estaba yo. El doctor entró y me dijo que estaba muy contento, porque de los dos pólipos extirpados, el pequeño estaba en un estado totalmente benigno, pero el mediano, siendo aún benigno, estaba en el proceso de transición a maligno, a punto de culminarlo y convertirse en canceroso. Le pregunté si había riesgos de metástasis. Me respondió con contundencia de forma negativa, ya que al haberlo extirpado antes de que fuera canceroso no había el menor riesgo de cáncer. Y nos despedimos, no sin antes haberle mostrado yo todo mi agradecimiento por, en la práctica, haberme salvado la vida.

Las diferencias entre la colonoscopia realizada en Miami hace unos veinte años y esta son abismales. Aquella fue pedida por un médico general, llevada a la práctica por un técnico especialista (como el de los rayos x, vamos) sin anestesia, enviada a un lugar para que la analizaran y los resultados me los comunicó mi médico. Esta fue pedida por un especialista en aparato digestivo, hecha por el mismo especialista bajo anestesia general, el cual analizó el interior y tomó las acciones que consideró necesarias en el mismo momento, en la práctica una pequeña cirugía de extirpación de dos pólipos. Increíble.

Pero, gracias a Dios, pudo descubrir y extirpar esos pólipos, uno casi canceroso, en una colonoscopia de rutina, sin síntomas. El doctor me dijo que según su opinión el pólipo se hubiera convertido en canceroso en solamente un año. He buscado información en internet y hubieran sido altamente probables metástasis en los dos años siguientes. Que, una vez descubiertas, me hubieran dado una esperanza de vida de unos seis meses.

Vamos, que de no haber sido por la colonoscopia, mi vida hubiera durado entre dos y cuatro años desde ahora. Una colonoscopia, repito, meramente rutinaria.

He estado, sin saberlo, jugando a la ruleta rusa con un posible cáncer de colon, que al final, gracias a Dios, no ha llegado a materializarse. Peligroso juego que no debería haber jugado si hubiera hecho caso a mi doctora para someterme a la colonoscopia hace un par de años.

Este texto tiene como objeto a animar a todos los lectores que tengan más de 50 años a que se hagan una colonoscopia. Desconozco el método en España. Pero sí sé que puede ser la forma de salvar la vida. Ese ha sido, gracias a Dios, mi caso.

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