Ya llevamos dos cuestiones por las que
el PP ha pagado el precio de que no va a poder gobernar (la
demonización de Vox y
el balbuceo sobre las pensiones); vamos con
la tercera.
El PP se lo jugó todo al efecto del voto útil, que tan buenos resultados le dio a Moreno Bonilla en Andalucía. Allí el miedo a que el PP gobernase con Vox hizo que aparentemente muchos socialistas votasen al PP para que tal cosa no sucediera y el PP pudiera gobernar en solitario, como finalmente ocurrió, al obtener mayoría absoluta.
Pero unas elecciones generales son muy diferentes a unas autonómicas andaluzas. Sobre todo cuando el PP no tenía asegurado ni de lejos un buen resultado, como se ha visto. Hablar de 165 diputados y que la mayoría absoluta casi estaba al alcance de la mano desmotivó a mucho potencial votante pepero, que, dada la fecha de la convocatoria electoral, prefirió irse a la playa o quedarse en casa fresquito en vez de salir a la calle a pasar calor; y ello porque consideró que su voto no era necesario para una victoria que, con Vox o si Vox, era segura. Mientras tanto la izquierda, a diferencia de lo ocurrido en Andalucía, se activó alrededor de Sánchez, por miedo a un gobierno con Vox, porque además se empezó a ver, sobre todo en la última semana, que la victoria de la suma de PP y Vox no era inevitable.
Una derecha desactivada por un exceso de confianza y una izquierda completamente motivada para rebajar esos supuestos altos números han hecho que lo que ya se daba por hecho se haya quedado en el sueño de una noche de verano (y nunca mejor dicho).
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