martes, 8 de octubre de 2019
La decadencia de Estados Unidos
Mi opinión totalmente negativa sobre Trump es de sobra conocida por los sufridores de este pequeño rincón (uno,
dos, tres y cuatro, por ejemplo).
Ese es el Presidente de Estados Unidos de América que tenemos. De su esposa, joven y guapa, se conoce bastante de su cuerpo y su gusto bisexual, por haber mostrado ambos en fotos pasadas; y su forma de vestir presente no es, digamos, a veces muy acorde a lo que habría de esperarse de ella en razón del cargo que ostenta. Esa es la Primera Dama que tenemos (la que sin duda, todo hay que decirlo, hace sentir menos vergüenza ajena que su esposo).
Lo anterior podría ser difícilmente entendible en unos miembros del Partido Demócrata, algo dados ellos a, sin llegar a tanto, cometer determinados deslices morales (Kennedy, Clinton, por ejemplo). Pero no. Quienes han superado todas las barreras imaginables son miembros del Partido Republicano.
Lo anterior es un síntoma no menor de la decadencia moral que afecta a Estados Unidos. Decadencia no tan grande sin duda a la que padecen otras partes del llamado mundo occidental, como Europa y América Latina, pero decadencia al fin y al cabo.
Lo peor es que la pareja que habita la Casa Blanca no es la decadencia en sí, sino, repito, un síntoma de la misma. Grande, público, sí, pero solo un síntoma al fin y al cabo. Una decadencia que, en mayor o menor grado, recorre toda la sociedad estadounidense, de norte a sur y de este a oeste.
Una decadencia por la que, como siempre a lo largo de la Historia de la humanidad, tendremos que pagar un enorme precio. Porque, como con todas las decisiones, la decadencia es una opción libre, pero las consecuencias llegan después de forma obligatoria.
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