Pablo Casado ha vuelto al modo leal oposición, intentando compatibilizar las críticas al Gobierno con el apoyo al mismo en cuestiones importantes tales como la extensión del estado de alarma. Supongo que ello es debido a que el PP crece en las encuestas y su líder espera que adoptando esa postura de hombre de Estado el poder le caíga regalado por los clamorosos errores de Pedro Sánchez, en algo similar a como Rajoy pudo llegar a ganar claramente las elecciones de 2011, no por ningún mérito propio, sino por los brutales errores de Zapatero.
Puede ser que Sánchez se estrelle por el peso de sus errores y a Casado la estrategia le dé resultado para llegar a La Moncloa sin mayor esfuerzo. O no. Por supuesto no conozco el futuro, pero considero que Sánchez es más peligroso que Zapatero por su total ausencia de principios. Si el número de los principios de aquel era cero los de éste están en números rojos. Lo que sea (repito, lo que sea), con tal de permanecer en el Poder. Casado debería recordar como cameló a Rajoy, que le llegó a considerar su aliado, para clavarle por la espalda el puñal político de la moción de censura en cuanto fue posible. Que no se fie Casado de que esa tranquilidad (o pasividad) ante Sánchez le va a llevar a La Moncloa por sí misma.
Mientras tanto Santiago Abascal, después de apoyar la convalidación del estado de alarma y su primera prórroga, ha decidido tirar la mesa patas arriba y declarle al Gobierno todas las hostilidades, negándose incluso a hablar con Pedro Sánchez, publicando un decálogo de confrontación total e incluso anunciando que inicia la vía judicial contra el Gobierno sin esperar a que finalice la crisis. Todo lo anterior muy en la línea de Vox de buscar el choque cuerpo a cuerpo con el Gobierno y colocar en la posición más difícil posible al PP. Está claro que, independientemente de su electoralismo, que no es exclusivo ni mucho menos de Vox (aquí todo el mundo arrima el ascua a su sardina, empezando por Podemos, siguiendo por el PSOE y continuando por el PP, por poner solo tres clarísimos ejemplos), esta posición es la preferida por sus votantes y la que le puede dar más votos (tal vez mucho más) en el futuro.
Estamos ante un panorama político español que, lejos de poder ser calificado de interesante, como he hecho en otras ocasiones, ahora solo puede ser adjetivado como brutal.
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