A estas alturas de la película, camino del millon de contagiados y de cincuenta mil muertes en el mundo y con la que puede ser la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial por culpa de una negligencia de China (si es cierta la versión oficial), se haría imprescindible que se le estuvieran exigiendo al gigante asiático las más altas responsabilidades.
Pero no. El mundo calla. Y, aún pero, asistimos en muchos ámbitos a la alabanza de la solidaridad del país comunista con Occidente por su ayuda en medio de la crisis que ese país ha provocado. Y que está haciendo que las empresas chinas (que, recordemos, están todas ligadas al Partido Comunista de China) se llenen los bolsillos a costa, repito, de la desgracia de la que China es culpable. Lo anterior hace que, mientras la económica occidental se desploma, la economía china se mantiene y todo apunta a que va a salir fortalecida de este espanto.
Poca esperanza nos queda de que alguien alce su voz ante la clara negligencia (como poco) y la igualmente clara agenda política y económica. Al final, desde su supuesta actitud de ayuda presente y de un reforzamiento futuro de su economía por todo el dinero occidental que está llegando, China, si nadie lo remedia, se va a convertir en la aparente salvadora de Occidente, ahora y luego. No gratuitamente, por supuesto, sino acrecentando su influencia económica en nuestras sociedades libres, lo que le permitirá avanzar en su agenda oculta de imponernos también su modelo político.
China nos salvará a todos. Al precio, eso sí, de nuestra libertad. Haciéndonos dependientes económicante de ella y aceptando como bueno su modelo político. Ahora para los chinos, luego también para nosotros.
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