Los números asustan. Pero hay razones. Y no es la de una total negligencia, como se insinúa cotinuamente desde los medios de comunicación españoles. Vamos con ello.
En primer lugar, hay que tomar en cuenta los habitantes de Estados Unidos, más de 327 millones. Si tomamos en cuenta la tasa de muertes, nos da 416 por cada millón de habitantes. No es precisamente para echar las campanas al vuelo, colocando al país en séptimo lugar de esta terrible lista. Pero peor lo tienen los otros seis, entre ellos España, en el tercer puesto.
En segundo lugar, los números que se dan en Estados Unidos son reales. Diarios. Uno por uno. Tanto de contagiados como de muertes. No se puede decir lo mismo de Europa en general y de España en particular (si el Gobierno español fuera sincero, estaría dando un 50% más de muertes, que pondría a España en primer lugar de la tasa de muertes). Ni mencionar determinados países de América Latina, Asia o Africa, donde no existen sistemas de salud como tales ni contabilización real, más allá de algo puramente simbólico.
Y en tercer lugar, en Estados Unidos se están haciendo todos (repito, todos) los tests necesarios (y cuando digo necesarios, es que se hacen ante cualquier duda). Lo sé por experiencia, porque por un corte de digestión me lo hicieron a mí (gracias a Dios di negativo). Esto hace que aparezcan la inmensa mayoría de los casos (todos es imposible), cosa que no sucede en otros países en los que los tests son mucho más excasos.
La cosa está mal sin duda en este país. Pero tampoco es como para decir que es un auténtico desastre. Sobre todo si comparamos la situación aquí con la que se vive en otros países. Porque si en Estados Unidos la lucha contra el coronavirus es un desastre, ¿qué se puede decir entonces de Francia, Suecia, Italia, España, Reino Unido y Bélgica?
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